¿Homo religiosus?
<< La religión…un tesoro de representaciones, nacidas de la necesidad de hacer soportable el desasosiego de los humanos >>
( Freud )
<< Un comercio entre seres imaginarios ( “ Dios”, “alma”…). Universo de pura ficción que se distingue con absoluta desventaja al de los sueños , reflejando estos la realidad, mientras que aquél la falsea, devalúa y niega la realidad >>
( Nietzsche )
No es nuevo el afán por subrayar la universalidad de la religión a lo largo y ancho del planeta Tierra, deduciendo de ello la necesidad que los humanos tienen que creer en un ser superior que dé sentido al grandiosos misterio del universo: como si la propia naturaleza humana conllevase dicha creencia. En la actualidad, este aludida necesidad general hace que algunos hayan llegado hasta a hablar del << gen religioso >> y hasta hayan llegado a ubicarlo en el cerebro.
El empeño por demostrar , no sólo la necesidad de la que hablo, sino la real existencia de ese ser poderoso viene de eljos; ahí están los san Antelmo de Canterbury, creador del argumento dicho ontológico-luego retomado por Descartes entre otros- o las célebres-y celebradas en los tiempos del nacionalcatolicismo- pruebas suministradas por el también santo de Aquino.
De la necesidad de la religión también han hablado, desde ópticas bien distintas. algunos pensadores nada inclinados a creer, pero sí a juzgar que a los humanos les conviene la << mentira útil >> de cara al funcionamiento social; ahí está los Montaigne o los Hume, o el mismo Kant justificando la vida posterior a la muerte para recibir el premio o castigo como pago de lo realizado en este valle de lágrimas ¡ Vaya contabilidad moral!.
La pregunta que surge entre los no creyentes ( los creyentes lo tienen fácil: creer) es cómo es posible que tanta gente crea en tales absurdidades ( credo quia absurdum est, frase atribuida a Tertuliano). Precisamente el bueno de Gustavo Bueno afirmaba, con certero tino a mi modo de ver, que creer en Dios en un asunto que debe preocupar a los ateos, y como muestra coherente con lo dicho ahí está su propio quehacer en el que se acumulan al menos tres ensayos sobre el tema.
Si , como digo, muchos han sido quienes han tratado de demostrar lo indemostrabe, por la senda abierta por Anselmo y Tomás: la existencia de Dios, no pocos se han empeñado en demostrar lo falaz de la afirmación de la existencia de tal ser: Michel Onfray, Bertrand Russell, Sébastien Fauré, Gonzalo Puente-Ojea, Holbach, Hélvetius, Michael Martín, John Allen Paulos, Messlier, Sam Harris, Maréchal, Feuerbach, Gabriel Andrade, o…han trabajado por desacralizar, paso a paso, las palabras de algunos de los textos supuestamente sagrados de algún monoteísmo ( Spinoza, Piergiorgio Odifreddi, Karlhein Deschner, Bart Ehrman, Israel Finkelstein y Silberman Neil…)…por nombrar algunos que tengo a mano. En este toma y daca, suele darse un comportamiento absolutamente fuera de lugar que consiste en colocar en el mismo nivel a quienes defienden la existencia de un ser netamente increíble en los parámetros de espacio y tiempo que a los que se oponen a tales afirmaciones realmente irracionales…como si la demostración de la no-existencia fuese tan, casi más, necesaria que la no demostración – es artículo de fe: creer lo que no vemos- de quienes se inventan un ser inexistente, del que para más INRI todos dependemos desde los orígenes…hasta el juicio final; ¿ quienes ha de demostrar la existencia de peces bípedos y con plumas a cuadros, los que afirman que existen o quienes lo niegan? La respuesta parece obvia. A pesar de ello, en algunos estados de USA, por ejemplo, siempre que se enseñe la teoría de la evolución ha de ir acompañada de la enseñanza (?) del creacionismo de la Biblia, bajo la pomposa y falaz etiqueta de << designio inteligente>>, como si una teoría científica-la primera- fuese equivalente a una historia escrita hace siglos según las creencias de la época.
Si Kant, en su tribunal de la razón, desplazaba la metafísica ( entre otros conceptos el de Dios) a otro ámbito que el epistemológico que centraba su Crítica de la razón pura, y Wittgenstein, en su tribunal del lenguaje, desplazaba, en su Tractatus, al silencio aquello que no podía decirse ( denominándolo << lo místico>>), ya que no se podía hablar de tales asuntos como de los postulados de la física…el escenario parece quedar claro: hay modos de funcionar por medio de demostraciones, de experiemtación, etc., mientras que hay otras que no pueden- tampo quieren- medirse por los mismos baremos de rigor y exactitud, sino por otros criterios como las emociones, la fe y la obediencia al pastor de turno…¡beeeeeeeeeeeee!
Sapere aude !
Tal lema era considerado por Kant como el de la ilustración. Precisamente en una colección que lleva por nombre << los ilustrados >> la editorial Laetoli, ha publicado varias obras de este ilustrado, <<ateo sereno>> que respondía al nombre de barón de Holbach ( 1723-1789). Indudablemente entre los pensadores de su tiempo mostró ser el más constante, más firme y más intransigente defensor del materialismo ateo, frente a las veleidades de Voltaire o las inquietudes de Diderot , defendiendo sus ideas en su célebre y concurrido salón parisino…algunos a pesar del eclecticismo que allá se respiraba, no pudiendo aguantar el tirón de lo que allá se discutía en plena libertad, lo abandonaban ante la radicalidad de las ideas que allá defendía el patrón, muy en concreto. Algunos salieron rebotados, entre ellos Voltaire que fue etiquetado de << capuchino >>( manera más así de tildar a uno de “meapilas”) entre otras lindezas.
Este erudito, de formación cosmopolita, que compuso decenas de volúmenes y cerca de cuatrocientos cuarenta artículos de la Enciclopedia, no firmó, sin embargo, ninguna de sus obras; resultando así que oficialmente nada había escrito.
En su trayectoria se entrelazan la vena anti-religiosa y anti-clerical con la reivindicación de un materialismo ateo, sin obviar una vertiente político-moral, que hacía que mantuviese que no era necesaria ninguna creencia religiosa, u otra, para tener un comportamiento cívico y moralmente ejemplar…más bien al contrario.
La constatación de que la religión y las creencias nos rodean, le llevaba a defender que es preciso hacerles frente, examinarlas y desmitificarlas-rescatándolas del monopolio de los clérigos- con el fin de rechazarlas, despreciando los prejuicios y la presión social. Atreverse a pensar y ser capaz de alejarse de las vanas creencias siguiendo la guía de la razón. Holbach era consciente de una dificultad que se interponía en el éxito de tal tarea: << los hombres siempre prefieren lo maravilloso a lo sencillo, y lo que no entienden a lo que pueden entender sin dificultad ; desprecian los objetos que les resultan familiares y no aprecian más que aquellos que están lejos de poder ser aprehendidos, de los que no tienen más que ideas vagas, concluyen que estos encierran algo importante, sobrenatural, divino…siempre agarrándose al misterio para dinamizar su imaginación >>. Sin duda más árida resulta la acción ceñida al uso de la razón; el propio temperamento de Holbach le hacía agarrase al racionalismo.
En su obra << Historia crítica de Jesucristo. Análisis razonado de los evangelios >> lleva a la práctica su combate, con el fin de ayudar a los humanos en su lucha contra las supercherías de todo pelaje. La tarea de leer con la lupa de la razón los textos considerados sagrados, y más en concreto aquellos en los que se narran las andanzas de quien fuese considerado fundador de esta religión que tomó su nombre y extendió su influencia de manera potente, de manera especial en el territorio hexagonal. Su labor deconstructora, va a hacer desbrozar toda la confusión , contradicciones y embrollos que asoman constantemente en los Evangelios; oscuridad que da por pensar que: o bien, pilló en fuera de juego al iluminador Espíritu Santo, o sino que tal oscuridad, amén de deberse a la tosquedad de los discípulos de Cristo, pudo ser una triquiñuela para dar más aura de misterio a la vida y milagros del nazareno.
El seguimiento puntilloso que el autor hace de la historia de Jesús hace que se pueda hablar de los << evangelios revisitados >> desde el nacimiento hasta la muerte y resurrección, con momentos dedicados a los episodios más destacados en esta histoire sacrée. La labor del hábil lector va a consistir en señalar aquello que es creíble y aquello que resulta falaz, tramposo…como es el caso de los milagrosos milagros: curas, resurrecciones, y otras gaitas disonantes.
La apuesta holbachiana va acompañada de un recio ataque contra el papel amenazante de los sacerdotes que hacen que muchas personas teman meterse en estos terrenos sin dejarse llevar por la fe ciega (¡ valga la redundancia!) de la mano del << funcionario de Dios >> de turno, que puede lanzar sus amenazas de fuego y suplicio eterno a aquellos que osen apartarse del buen camino que es el que marcan ellos, patrimonializando las enseñanzas de Jesucristo extraídas de los Evangelios e intepretadas comme il faut por ellos mismos, que son los únicos custodios del templo de dios. Junto a ello, Holbach trata de animar a una mirada crítica que no será castigada con ninguna pena sino con el gozo de la comprensión y con la ejemplaridad cívica que no necesita ningún catecismo para dar muestras de un comportamiento ético y moral adecuado con respecto a los demás y con respecto a la colectividad.
La teología, género de ficción
Editado por la misma editorial pamplonesa, un libro ( << La teología ¡ vaya timo! >> de Gabriel Andrade) rastrea por la historia de la teología, en paralelo con una visita a los textos supuestamente sagrados en la que ésta se apoya para vender sus abracadabrantes afirmaciones.
El ángulo del ataque del profesor Andrade, está dirigido a afear la conducta de los científicos que permiten, sin chistar, que la teología sea considerada una materia universitaria con todas las de la ley, en vez de ser tratada con el mismo desprecio que la homeopatía, la astrología, la alquimia o los sesudos estudios sobre los ovnis y demás marcianadas. Las distinciones entre teología supuestamente revelada y teología natural que pretende explicar la existencia de un ser superior con las únicas armas de la razón, son expuestas con claridad y distinción por el ensayista, que avanza por los pagos de la historia de la teología desmontando las falacias- impuestas por quienes dicen detentar la interpretación de los textos divinos- y mostrando las rectificaciones, y añadidos ad hoc, para que cuadren las cuentas; ciertamente tarea harto difícil ya que no se basa en demostración alguna, ni en el contraste entre pruebas y error, sino en la autoridad de la Biblia y en las doctrinas de los sucesivos papas, que son los representantes de dios en la tierra.
Viajamos por el misterio de la Trinidad ( tres en uno), por la dualidad crística ( hombre y dios), por el don de lenguas pentecostal, por la misión salvífica del crucificado, su resurrección y posterior visita a los infiernos. Visitamos igualmente a los ángeles y los demonios y asistimos a las supuestas batallas entre Dios y Satán, con el horizonte de la vuelta del mesías, a la hora del Juicio Final, en tiempos que se antojan teñidos de aires apocalípticos ( creencia harto extendida entre cantidad de prohombres yankis).
Quizá el mayor mérito del libro, además de su potente carácter desmitificador, reside en el análisis pormenorizado de los enfrentamientos entre ortodoxia y heterodoxia en las filas de los padres de la Iglesia. Expulsiones, excomuniones, castigos y hasta la muerte eran armas utilizadas por estos píos personajes que se empeñaban en dar lecciones instaurando un saber que tomaba como base la carencia absoluta de sentido, de referencias empíricas y cualquier criterio de intersubjetividad, a no ser el del contagio de la histeria colectiva. Cismas y escisiones ( protestante, ortodoxos…y diferentes sectas ultracristianas).
Con sencillez y con una medida sorna conoceremos las teorías del pecado original, el cielo, el infierno y el recalificado limbo, de la persistencia del mal ante la parálisis de la omnipotencia y bondad del Altísimo( nada que ver con la NBA), los constates titubeos acerca del libre albedrío y/o la predestinación divina; con el fin de dejar clara la travesía se presta abundantemente la palabra a los sabios protagonistas de los concilios, y a los suministradores de supuestas pruebas: Tertuliano, san Agustín, san Anselmo de Canterbury, santo Tomás de Aquino y las derivaciones filosóficas que al respecto iban surgiendo a la hora de interpretar o descalificar las supercherías de la teología. El positivismo lógico, Hume, Leibniz, Descartes, Kant…
Sin olvidar las últimas ramificaciones, aggiornadas, de la teología que van desde la teología liberal hasta la denominada teología de la liberación, y que tratan de defender los dogmas del cristianismo con nuevas caretas y utilizando diversas denominaciones ( lejos del dicho francés de un chat est un chat; pues eso que el mal o el bien no son dios o Satán sino el bien y el mal… y el agua clara y el chocolate oscuro). Me permito poner un significativo ejemplo de una situación que viví hace ya años: era en la facultad de filosofía de Valencia, y daba un seminario – semiclandestino- el jesuita González Ruiz, en medio del debate uno de los intervinientes, muy fogoso él, hizo una encendida defensa del socialismo / comunismo como futuro de la humanidad, y el religioso ponente respondió con descarada soltura: pues eso es Dios.
La obra de la que hablo se lee con agrado y junto a la re-lectura de cantidad de episodios evangélicos-con sus distintas versiones según la autoría de los distintos apóstoles- somos puestos al corriente de las luchas internas en el seno de la Iglesia con el fin de erigir la doctrina infalible y oficial… y realmente muchas veces son verdaderas historias para no dormir, y desde luego para no creer, que hacen buena la afirmación del clarividente Jorge Luis Borges: << Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género >>.
Decía André Malraux que el siglo XXI sería religioso o no sería; se preguntaba Kant si la humanidad avanzaba hacia mejor…obviamente esta mejora debería plasmarse en la superación de la ignorancia con sus diferentes máscaras…Sea como sea, lo que sí que es cierto es que los textos a los que me he referido son necesarios en la medida en que su lucha contra la superstición pueden ayudar a los humanos a ser más humanos y no creer , ni crear, << seres superiores>> en detrimento del desarrollo propio, como lo explicaba con meridiana claridad Ludwig Feuerbach al señalar que no es Dios el que creó al hombre sino éste el que creó a Dios ( << a su imagen y semejanza>>), para creer ciegamente en el creado ídolo, y…<< la fe limita y embrutece al hombre; le arrebata la libertad y la capacidad de valorar debidamente las demás cosas que son diferentes de él…>> ( << La esencia del cristianismo >>)