
Cine e historia social: 19. El caso de Carmen Broto
Aunque no tanto como el de “la Moño” (sobre la que Mireia Ros realizó una modesta pero interesante película con una gran interpretación de Julieta Serrano), el nombre de Carmen Broto formaba parte de las historias que se contaban entre los trabajadores veteranos de la Barcelona que me tocó conocer en los años sesenta. Por la mitad de esta década, recabé en un desvencijado taller de llantas de bicicletas compuesto por trabajadores de toda la vida y que daba con la parte de atrás de El Molino. Algunos eran bastante singulares, en especial sobresalía un ginecólogo madrileño al que le habían quitado el título de médico por practicar un aborto, obviamente clandestino. Su odio al franquismo y a la Iglesia era tan visceral que cuando veía a un o a un guardia civil, le sobrevenía un ataque. Casi todos ellos conocían al dedillo el mundo de los prostíbulos, lo que les producía tantas alegrías que no entendían que servidor no les siguiera en sus correrrías. Su ídolo era un apuesto anciano del que contaba que siendo joven había recibido una herencia que le había permitido disfrutar de lo que más le gustaba. Ahora caminaba con bastón, pero se decía que seguía pagando una “asistenta” que le alegraba la vida de tanto en tanto…Cuando se ponían hablar del Barro Chino y de sus historias, casi siempre salía a relucir la Carmen, o sea la Carmen Broto, y en su historia se daba por sentado que colaboraba con “el Facerías”.
Los interesados en esta historia, encontraran una buena información en el libro de Manuel Trallero, La invención de Carmen Broto (Barcelna, Aurea, 2006). Tras varios años de minuciosas investigaciones, y a través de una detallada y apasionante crónica de la Barcelona de posguerra, Manuel Trallero y Josep Guixá desmontan uno a uno los mitos e historias forjados alrededor del crimen de la calle Legalitat, lo "deconstruyen", y prueban que casi nada era como nos lo habían contado, pero eso no fue obstáculo para que todo lo que el pueblo pudo imaginar fuese parte de una realidad cercana.
Cincuenta años después, las causas de su muerte siguen siendo un enigma y según qué preguntas aún levantan ampollas. Pero ¿quién demonios era Carmen Broto? Una huerfanita violada por un policía, una sirvienta de casa adinerada, puta barata aunque también prostituta de lujo, querida de prohombres, una Marilyn de barrio, traficante de drogas y confidente de la policía, alcahueta del obispo, madame de la gente guapa e icono de Bocaccio, la cortesana del Ritz, la mujer que sabía demasiado… Hay tantas teorías sobre su vida y su muerte como escritores y periodistas.
Con las investigaciones del crimen se pusieron al descubierto la relación de Carmen con algunos ilustres apellidos de Barcelona, demasiados para que el caso pasara desapercibido, y los artículos sensacionalistas se multiplicaron en los periódicos.
Este sucinto cuadro puede ampliarse con un interesante telefilme sobre una de las “putas” más famosa de la Barcelona de la época, e inserto en la prestigiosa serie “La huella del crimen” (que fue distribuida por Interviú en DVD), obra del periodista de investigación y cineasta Pedro Costa que escribió también el guión junto con el escritor Antonio Rabinaud, el autor de La monja libertaria. Estamos hablando del El caso de Carmen Broto (1999), protagonizado por Silvia Tortosa, Sergí Mateu y Conrado Tortosa “Piper”, que encarna a Jesús Gimeno López, que había sido responsable de la FAI en el Guinardó, y que en aquel entonces juega a congraciarse con la policía colaboración información como experto “espadista”.
Inspirada en hechos reales, los autores empero advierten que lo que van a contar es una mera hipótesis dado que no existen datos precisos sobre el crimen. Se nos cuenta que Carmen Broto era una bella muchacha con vínculos con el anarcosindicalismo según tengo entendido, que se ve obligada a ejercer la prostitución, desde donde llega a escalar socialmente como la “querida” de un jerarca que se ha hecho rico con el régimen (Ángel de Andrés), y que vive como mantenida” con un tren de vida que le permite codearse con la “alta sociedad” que es en realidad la que compone el verdadero “hampa”. Todo cambia para ella cuando se empeña en salvar a una compañera suya, Laura, detenida según se informa por colaborar con Facerías (otras interpretaciones la hacen una “chivata”, y apuntan hacia una represalia por parte de los anarquistas). Cuando sus amistades no le escuchan, Carmen se atreve a “molestar” al mismo gobernador civil. Despechada por el desprecio de los poderosos, “la Broto” comienza a tratarlos con desprecio y a hablar claro de sus vicios y sus negocios sucios. Para librarse de ella, la policía ofrece a Gimeno un trato: lo dejarán vivir si liquida a Carmen, pero luego acaban con él para no dejar testigos. Aunque no es de los capítulos más logrados de esta interesante serie sí ofrece aproximación bastante coherente, sobre todo en la recreación de dos ambientes opuestos, en el de la gente que tiene que sobrevivir y en el de los que se están beneficiando del régimen victorioso.
En el mismo ámbito televisivo cabría anotar la serie Un día volveré (1992), basada en la novela homónima de Juan Marsé (que intervino como guionista junto con Gustavo Hernández y Francecs Betriu, que fue su director), y que a pesar de resultar un proyecto ambicioso, tardó dos años en estrenarse en TVE. La novela de Marsé escrita entre 1979 y 1982, retrocede hasta 1959, y al barrio del Guinardó para hablar de su gente en una época en que el “maquis” urbano había dado ya sus última batallas, y donde sitúa a Jan Julivert (Nacho Martínez), antiguo boxeador y resistente anarquista quien, tras cumplir una larga condena en las mazmorras del franquismo, inicia sus actividades en compañía de su sobrino, un adolescente llamado Nestor (Achero Mañas, luego director de dos título a considerar: El Bolas y Noviembre), que espera el regreso de su tío, un derrotado al que le rodea la aureola de la leyenda, y con el que espera resarcirse de todas las humillaciones que ha sufrido, la más importante es saber que su propia madre (Charo López), tuvo que prostituirse para sobrevivir. A pesar de la holgura del presupuesto (500 millones de las antiguas pesetas), de contar con Gil Parrondo (poseedor de dos Oscars en su especialidad)para los decorados, y de un reparto conocido (al que hay que añadir a Assumpta Serna, Juanjo Puigcorbé y Eusebio Poncela), la serie fue más valorada por la crítica que por los espectadores y no se ha vuelto a hablar de ella).
Situada en la misma Barcelona de los barrios obreros castigados (en este caso en El Carmel) por la guerra y la postguerra, en un ambiente de sometimiento y de dura supervivencia con una interpretación muy particular del “caso Carmen Broto” añadido, hay que hablar de notable (y también controvertida) adaptación que Vicente Aranda escribió y dirigió de la novela de Juan Marsé, Sí te dicen que caí (1989) que obtuvo una celebridad añadida cuando fue prohibida por la censura franquista en uno de los sus últimos estertores, y editada simbólicamente en México. Para quien no lo sepa, bueno es informar que el Guinardó, el barrio en el que Marsé contextualiza su universo literario, fue una comunidad eminentemente ácrata-poumista, y que él mismo fue un amigo de poumistas como Víctor Alba (que fue también otras cosas), y una persona que ha recreado todo un mundo literario en el que se hace una particular homenaje a la resistencia, en este caso a las acciones de un grupo que recuerda en no poca medida al que encabezaba Facerias.
Se trata de una obras con una trama bastante enrevesada que trascurre a través de las vicisitudes paralelas y complementarias de dos hermanos republicano, el que tiene que sobrevivir de cualquier manera (Jorge Sanz), y Marco (interpretado por Antonio Banderas), que permanece oculto como un “topo”. Cuando Marco sale de su agujero, pregunta insistentemente con un aire trágico y sonambulesco “¿Donde está el Andreu?” (Nin por supuesto), por lo que cabe imaginar perfectamente que y permanecía oculto desde mayo de 1937 y era militante del POUM, diferencia que no se olvida de subrayar cuando se dispone a colaborar a pesar de las diferencias con un grupo de resistentes anarquistas, uno de los cuales (el interpretado por Lluis Homar), piensa combatir a los burgueses vaciando los bancos, despropósito que no impide una vejez bastante miserable. Cuando logra salir del agujero y trata de incorporarse a la vida, lo hace tomando parte en una partida anarquista dejando claro que él piensa de otra manera, pero que en la lucha son sus iguales.
Su historia entronca con un amor pasional de antes del cataclismo de la derrota, y en la escena final, ambos consiguen escapar de una manera plenamente liberadora, como dejando atrás todo el horror que habían atravesado.
Anotemos que en uno de los mejores episodios, El crimen del cine Oriente (1996), también obra de Pedro Costa, aparece un entrañable proyectista de lejana filiación cenetista, y con una visión crítica y honesta en aquella España sórdida tan repulsivamente representada por la revista El Caso. Estaba interpretado por Joan Dalmau, un actor veterano más conocido por su papel de antiguo combatiente en la controvertida adaptación de David Trueba de Soldados de Salamina…En esta lista cabría hablar también de El embrujo de Shanghai (2001), otra adaptación de Juan Marsé que tiene su historia propia desde el momento en que fue iniciada por Víctor Erice que tenía un proyecto personal que acabó siendo apartado por el productor Andrés Vicente Gómez que lo dejó en manos de Fernado Trueba, todo un entremado que merece un artículo aparte.