
Cita con Jack London en la Librería Taifa
  El jueves 18-02, a las 19:30,   tenemos una cita en la Librería Taifa (calle Verdi 12, Barcelona) para hablar de Jack London y de la literatura social norteamericana de principios del siglo XX
  Jack London es el más conocido de los escritores realistas de principios del siglo XX, y lo es sin duda por algunas de sus obras más populares (La llamada de la selva, Colmillo blanco, el lobo de mar), pero hubieron otros igualmente de gran talla, y ligados al partido socialista de la época añorada de Eugene V. Debs, al que London haría un homenaje en su obrita La huelga general, también conocida como El sueño de Debs, recogida en Tiempos de ira. Textos anticapitalistas editados por Libros de la Frontera… 
  Uno de estos escritores sociales Upton Sinclair 1879-1968) procedía de una empobrecida familia de capitanes mercantes; su padre, tratante de whisky en Baltimore, se arruinó por la  bebida. A los quince años, el muchacho tuvo que ganar el pan para él y su madre; los estudios se los costeó él mismo mediante esporádicos trabajos literarios; más tarde, vivió de la manera más precaria con mujer e hijo en una tienda de campaña. No había cumplido todavía los veinte años cuando ya escribía con una extraordinaria facilidad, y se creó un considerable prestigio con una serie de seudónimos escribiendo literatura para los jóvenes. Con 28 años escribió su obra más clásica La jungla (1906; hay una edición en Noguer, Barcelona, 1977), basada en sus trabajos como periodista “desenterrador de porquerías” o “escarbador en la mierda”, que era como se les llamaba, y cuando ya hacía tiempo que militaba en el partido socialista y escribía en sus diarios y revistas en un tiempo en que éste partido avanzaba en cada consulta electoral.
  Esta novela, en la que describe con perturbadora crudeza la vida de los trabajadores en los mataderos de Chicago, causó una enorme conmoción, y todavía se edita como un clásico de la narrativa socialista. Su influencia fue tal que obligó a las e impresionó tanto al presidente Theodore Roosevelt que le adscribió a una junta de inspección de industrias cárnicas que introdujo reformas sustanciales en las condiciones de trabajo, y fue entendida como una demostración de la capacidad de las letras de influir en la vida social.   Una obra tan copiosa como la de Sinclair resulta difícil de encajar en cualquiera de las categorías habituales. La jungla había sido precedida por varias novelas, de las que la mejor es Manassas (1904); revisada en 1959, primer volumen de una proyectada trilogía sobre la Guerra civil nunca completada…
    Y en la misma tradición “naturalista” inaugurada en Francia por Emile Zola con obras como Germinal, hay que citar también a Frank Norris (Chicago, 1870 – San Francisco, 1902) que, con su contemporáneo Stephen Crane sería el iniciador del "naturalismo" en la literatura narrativa norteamericana, luego desarrollada por London por Upton y London. De estirpe anglosajona, Frank Norris fue hijo de un rico comerciante de joyas al por mayor. Desde su niñez, su madre le había inspirado entusiasmo por Scott, Dickens y Stevenson, y esta admiración fue decisiva en su carrera. En San Francisco, a donde la familia se había trasladado cuando él tenía quince años, y después en París, estudió pintura. En la capital francesa asistió al Instituto Artístico de París, donde el futuro "naturalista" se sumergió en los estudios de la Edad Media. Su medievalismo asumió forma literaria, cuando tenía diecinueve años, en Yvernelle, romance caballeresco en verso. Vuelto a América, pasó cuatro años como joven rico y negligente, si bien cursó estudios de literatura en la Universidad de California. Habiendo leído allí las obras de Zola (cuyo determinismo interpretó no como una teoría científica y filosófica, sino como un elemento puramente dramático), se dio cuenta de que la romántica sed de lo inmenso, extraordinario, fantástico y grotesco, podía apagarse en lo cotidiano del mundo moderno; y las sagas escandinavas le impulsaron por este ya adelantado gusto de los dramas "épicos", cuyos verdaderos protagonistas no eran los hombres, sino "fuerzas" impersonales e inhumanas.
  Estos dramas, que él consideraba que se podían encontrar "en el salón del que vive frente a nosotros", constituyeron para él la verdad detrás de aquellas prosaicas apariencias celebradas por el gran portavoz del "realismo" americano, W. D. Howells; y la revelación de esta verdad le pareció la "raison d’être" del novelista. Otro año de lecturas y de escritos en Harvard dio lugar a sus primeras novelas, McTeague (inédita hasta 1899), la más conocida de su breve obra, y de la que existe una traducción al castellano con el título de su adaptación cinematográfica, Avaricia, no en vano la adaptación que llevó a cabo Eric Von stroheim en 1923 ha quedado para la historia grande del cine por dos motivos, por resultar una obra casi destruida por la conjunción formada por censores  productores, y porque a pesar de ellos, de quedar inconclusa, ha sido reconocida como una de las obras más logradas del cine social. Esta traducción la firmó Olga Martín Maldonado para La otra orilla, una editorial hispano-latinoamericana  que la publicó en el 2007 con un prólogo del que tiempo ha fue Horacio Vázquez Rial antes de fallecer moralmente. Con todo, este prólogo no se lo pagó Libertad Digital y cumple bien su objetivo e informar sobre una obra y un autor que escribió indignado con el sistema social capitalista al que Horacio ha servido, quizás no tanto por convicción como para no perder la comba del reconocimiento de los medios…
  Pero de lo que hablaremos sobre todo será de la vida y la obra de Jack London son dos aspectos estrechamente interrelacionados. Su obra es antes que nada un testimonio de su propia existencia, y en hasta en las novelas más imaginativas se puede encontrar la huella de su propia pisada. La suya es una vida corta (40 años), pero vivida con una enorme intensidad. El secreto de esta intensidad radica especialmente en un tormentoso afán de liberación personal y social en la que por más que se puedan subrayar aspectos muy contradictorios y oscuros, el más penoso de todo sería quizás su racismo, su adopción de los criterios de Kipling sobre la supremacía del hombre blanco, subyace un hilo rojo que emerge cuando se convierte en un muchacho socialista de la bahía de Oakland, y concluye solamente con su muerte, con un testamento en el que deja patenta su decepción ante el curso “socialdemócrata” del partido socialista que había ayudado a crear en los tiempos de Eugene V. Debs, su mayor ídolo político.
    Esta intensidad existencial se desprende fácilmente de los siguientes datos: en los últimos 16 años de su vida fue el autor de 19 novelas, 18 colecciones de cuentos y artículos (157 en total), 3 dramas y 8 libros autobiográficos y de sociología. Casi un siglo después de su prematura muerte, London es un clásico de la literatura norteamericana, un escritor emblemático del historial del movimiento obrero y socialista, sus obras siguen todavía vivas en las librerías,  dan lugar a nuevas y diversas adaptaciones cinematográficas, y el personaje sigue atrayendo a biógrafos y ensayistas.
    Aunque no han faltado críticos que consideran su obra como irregular, desmañada, y lo han tachado de novelista de escasos vuelos, no es menos cierto que existen muchos más que afirman todo lo contrario, aunque es evidente que a nadie le es indiferente, y tampoco nadie asume su legado en toda su integridad, resulta pues obligatorio matizar o separar. Admirado a lo largo de los tiempos por gente tan diversa como Anatole France, Lenin, John Steinbeck, Trotsky. Hemingway, Orwell o, Jack Kerouac, etc; London inspiró al "Che" Guevara el que el héroe guerrillero creyó que sería su último pensamiento: "La única visión que recuerdo", escribirá hablando de un momento en el que estando herida es cercado por las tropas de Batista Y busca la mejor manera de morir, y se le presenta la imagen de un personaje de London acosado por la agonía, se sostiene sobre un árbol y "se dispone a terminar su vida con dignidad". Pensamos que no es abusivo pensar que al propio London le habría fascinado también un personaje como el "Che", con el que compartió la admiración de la juventud norteamericana de los años sesenta, justamente la década en que su “obra social” fue recuperada.
    Así pues, London fue para varias generaciones de inconformistas, alguien reconocido por su dimensión radical y socialista, del novelista que respondía a todas las cartas en las que siempre se despedía diciendo: “Con Usted por la Revolución”.  La mayor compilación de las cartas de Jack London —más de mil quinientas— que alcanzan tres volúmenes  en los que se recogen escritos desde la juventud hasta la víspera de su fallecimiento. De todas ellas se desprende tanto su gusto por el debate y la controversia –le encantaba “asustar” a los burgueses- como una imperiosa necesidad de comunicación. Era ya el escritor mejor pagada de los estados finidos cuando escribe a una trabajador: “Querido camarada: No puedo leer tu carta. He malgastado veinte minutos, me he gastado la vista y he perdido la paciencia sin lograr entender qué has escrito. Inténtalo de nuevo y procura hacer una letra más legible. Sinceramente tuyo, Jack London. P. D. Ni siquiera puedo descifrar tu nombre”.
    Seguramente, a esta buena medida la seguirán otras por el estilo, siguiendo la empecinada voluntad de recuperar la “cosecha roja” de los granes novelistas que, como London, Sinclair o Norris,  escribieron por y para el pueblo trabajador.