Lenin y la cuestión judía

Hace tiempo que me llamó la atención una nota que aparecía en una de las biografías que he leído de Lenin. Al morir, descubrieron que en su cartera llevaba una foto de Emile Zola. No tengo la menor duda de que esta expresión de admiración -tan compartida por otra parte entre los socialistas de su tiempo- , era deudora sobre todo del papel de agitador “intelectual” que el autor de Germinal había tenido a la hora de denunciar “a tumba abierta” al ejército francés, a los poderes públicos, y a una potente corriente derechista gala que, a la postre, parece que tuvo mucho que ver con su asesinato debidamente camuflado de un intoxicación. Lenin trató de encontrar un Emile Zola ruso con o acción del “caso Beylis”, un buen ejemplo del antisemitismo gran ruso, y sobre el&nbsp existe un importante novela de Bernard Malamud y una interesante película de John Frankenheimer, El hombre de Kiev…

Vale la pena recordar&nbsp esta línea de acción y pensamiento socialista en un momento en el que sionismo está dando lugar a un considerable ceremonia de la confusión, tratando deliberadamente de confundir antisionismo y antisemitismo con la ayuda de un sector importante de los creadores de opinión de la nueva (Rahola, Culla, Pessarrodona, etc), y vieja derecha. Y con la poderosa confluencia de partidos considerados de la izquierda como el PSC o ERC, al perecer, especialmente beligerante en este terreno, con todo lo que esto puede revelar en cuanto a su nacionalismo. El caso de Israel es un ejemplo de lo que se puede llegar a hacer en nombre de la defensa de la nación “amenazada”…

Este trabajo sobre Lenin (que ya había aparecido publicado en L´Espai Marx), está extraído de un libro muy importante, el de Natan Weinstock, El sionismo conra Israel. Una historia crítica del sionismo (1970, Ed. Fontanella, Barcelona, traducción de la edición francesa de Maspero por Francisco J. Carrllo, a la sazón militante del “Felipe”). Una obra a la que me he referido en diversas ocasiones, y sobre la que habrá que volver mientras esperamos que alguna editorial de la estirpe noble de Fontanella nos facilite trabajos ocmo los de Enzo Traverso…

Natam Weistock: Lenin y la cuestión judía(*)
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Contrariamente a Marx, Lenin conocía bastante bien la situación de las masas judías del imperio ruso. Si se refiere a los trabajos de Karl Kautsky y de Otto Bauer, precisamente es en la medida en que va a pronunciarse sobre las tendencias a la asimilación en el mundo civilizado, es decir, no en Europa oriental, sino en las democracias burguesas occidentales.(1) Por ello, extrajo más claramente que Marx las consecuencias de la función social específica asumida históricamente por los judíos. Forman –escribe– una nación –"la más oprimida y la más acosada"– que, en Galitzia y en Rusia, "países atrasados, semisalvajes", se "(mantiene) por la violencia en la situación de una casta"(2). Descripción que pone muy bien de relieve la doble naturaleza, social y nacional, de la condición judía, que (Abraham) León expresará bajo una forma aunada en su fórmula "pueblo-clase". Lenin corrige, de esta manera, las apreciaciones demasiado rígidas que había emitido en 1903 en el transcurso de su polémica con el Bund, período durante el cual se preocupó sin demasiado matizar sobre el hecho de que el pueblo judío había perdido sus características nacionales. En esta época estimaba que las tesis del Bund sobre Ia existencia de una nacionalidad judía conducían a un autoaislamiento reaccionario, a repliegue sobre el espíritu de getto"(3).

En sus Notas críticas sobre la cuestión nacional (1913), extrae en primer lugar las "dos tendencias históricas en la cuestión nacional": eI despertar de la vida nacional y la formación de los estados nacionales al comienzo del desarrollo de la sociedad capitalista y la "destrucción de las barreras nacionales, la creación de la unidad internacional del capital, de la vida económica en general, de la política de la ciencia etc. que caracteriza al capitalismo que llega a la madurez".(4) Ahora bien, sí se sitúa a la cuestión judía en esta perspectiva, está claro que en Europa del Este el atraso general refuerza el particularismo judío, mientras que las condiciones favorables a la asimilación se presentan en los Estados occidentales liberales: "…sobre diez millones y medio de judíos en el mundo entero, casi la mitad viven en el mundo civilizado, en condiciones. de la más favorable "asimilación", mientras que los judíos de Rusia y Galitzia, desdichados, oprimidos, privados de derechos, aplastados por los Purichkevitch (rusos y polacos), viven en condiciones de la menor "asimilación", con el particularismo de la "zona de residencia forzosa" para los judíos, el establecimiento, para ellos, de una "norma porcentaje" y otras maravillas a lo Purichkevitch" (5)

Resulta que los judíos no constituyen, propiamente hablando, una nación ni en los países semifeudales, en donde forman una casta, ni en los Estados occidentales en donde se asimilan. Estos hechos "atestiguan que sólo pueden clamar contra la "asimilación" los pequeños burgueses reaccionarios judíos, que quieren hacer marchar a contrapelo el sentido de la historia, obligándolo a girar, no comenzando por el régimen de Rusia y Galitzia hacia el régimen de París y de Nueva York, sino a la inversa» (6)

Un partido marxista «(elabora) un programa nacional a. partir del punto de vista del proletariado» (7) Lo que significa que «en el lugar del nacionalismo, el marxismo coloca al internacionalismo». «Reconoce plenamente la legitimidad histórica de los movimientos nacionales», «pero para que este reconocimiento no se convierta en una apología del nacionalismo, es preciso que se limite estrictamente a lo que hay de positivo en estos movimientos, y que este reconocimiento no conduzca a oscurecer la conciencia proletaria por la ideología burguesa. De aquí el deber y el interés del proletariado en «sacudir todo yugo feudal, toda opresión de las naciones cualquier privilegio para una de las naciones o para una de las lenguas», pues se trata, en este caso, de un nacionalismo progresista: Pero el nacionalismo no puede mantenerse más que en estos límites estrictos y en este marco históricamente determinado. Ir más allá de esta tarea esencialmente negativa –combatir las injusticias por el «democratismo más decisivo y más consecuente»– sería reforzar al nacionalismo burgués».(8)

Cada cultura nacional comporta una cultura burguesa dominante y «elementos, incluso sin desarrollar, de una cultura democrática y socialista», engendrados por las condiciones de vida de la masa trabajadora y oprimida. «También la "cultura nacional", en general, es la de los terratenientes, la del clero y la de la burguesía».(9) En consecuencia, la consigna del movimiento obrero no es la cultura nacional, sino más bien el internacionalismo proletario, "la cultura internacional de la democratización y del movimiento obrero universal», (10) la lucha contra el nacionalismo burgués, el «suyo propio» en particular. (11)I

El proletariado «sostiene todo lo que ayuda a borrar las distinciones nacionales» a fin de que la reagrupación se haga por clases y no por naciones.(12) «La propaganda de una completa igualdad de las naciones y de las lenguas no pone en evidencia en cada nación, mas que aquellos&nbsp elementos de democracia consecuente (es decir, únicamente los proletarios) agrupándolos no por nacionalidad, sino por su en tendencia a las mejoras profundas y serias de la estructura general del Estado.(13)

Aplicando este análisis a la cuestión judía, Lenin opone a la cultura nacional judía en general, particularismo engendrado por la condición judía en los países semifeudales que refleja «lo que comporta un carácter de casta entre los judíos», "los grandes rasgos universalmente progresistas de la cultura judía», es decir, el internacionalismo y la adhesión a los movimientos proletarios. y añade: "la proporción de los judíos en los movimientos democráticos y proletarios es por todas partes superior a la de los judíos en la población e general». La cultura nacional es la consigna de la burguesía judía; la integración en la clase obrera internacional, aportando su contribución específica «a la creación de la cultura internacional del movimiento obrero» es la del proletariado judío" (14) Lenin polemiza duramente con el partido judío Bund, cuyo programa nacionalista (la autonomía cultural nacional), «divide las naciones y vincula de hecho los obreros de una nación con su burguesía». (15) Inversamente, Lenin se pronuncia por la abrogación de todo privilegio nacional y por la igualdad de derechos de todas las minorías nacionales. Reconoce "la libertad de toda asociación, comprendida la asociación de no importa qué comunidades, de no importa qué nacionalidad en un Estado dado".(16) Además, recomienda substituir las fronteras políticas caducas por divisiones inspiradas, entre otras condiciones, en la composición nacional de la población. "Para suprimir toda opresión nacional, importa principal ente crear distritos autónomos, incluso con proporciones ínfimas, de composición nacional completa y única, en torno los que también podrían "gravitar" y con ellos entrar en relación, asociaciones libres de todas las especies, los miembros de una nacionalidad dada, dispersados en diferentes puntos de un país e, incluso, del globo". Pero, agrega, sí la composición nacional de la población es un factor muy importante, "sería absurdo e imposible separar las ciudades (con composición nacional mezclada, N.W.) de las aldeas y distritos que gravitan económicamente alrededor de ellas, en razón del elemento nacional". (17)

Esto explica que la población judía, principalmente concentrada en los grandes centros urbanos en donde es minoritaria, prácticamente no supiese formar tal entidad nacional. El poco éxito de los soviets locales y regionales judíos en la URSS, en el transcurso de los años veinte, lo demuestra. Por lo demás, en el medio urbano el proletariado judío tiene a desnacionalizarse.

En uno de sus últimos escritos, Lenin subrayó que, a fin de borrar el legado de la opresión nacional zarista y asegurar la solidaridad de la clase entre la nación anteriormente dominante y el pueblo anteriormente oprimido, se requerían las más amplias concesiones a la nación oprimida.(18)
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(1). Lenine, Notes critiques…, p. 16.

(2). Ibidem, pp. 12-13.

(3). Cfr. Jonathan Fraenkel: Lenin e gli ebrei russi, pp. 104-105 y Schwartz, o. c., p. 50.

(4). Notes critiques…, p. 14.

(5). Ibidem, p. 16

(6). lbídem, p. 16.

(7). lbídem, p. 30.

(8). lbídem, pp. 22-23. 22.

(9)&nbsp lbídem, p. 11.

(10). lbídem, p. 8.

(11). lbídem, p. 12.

(12). lbídem, p. 24.

(13). lbídem, pp. 31-32.

(14). lbídem, p. 13.

(15). lbídem, p. 32.

(16). Ibidem, p, 28.

(17). Ibidem, p. 41.

(18). La question des nationalités ou de l´autonomie (suite), 31-XII-1923, en V. I. Lenine, Oeuvres, Tomo 36 (París-Moscú 1959), pp. 620-622.

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