Papas casados e hijos de papas

&nbsp El papado es una institu­ción tan humana, cuando quiere la Iglesia presentárnosla así, que no muestra la más mínima vergüenza de sí misma cuando la invita­mos a mirar hacia atrás en dirección de su tormentosa como criminal historia.

&nbsp Pero es que su cinismo alcanza cotas del más alto canallismo cuando ha de responder a las bellaquerías (vistas desde la inteli­gencia de estos tiemos) de numerosos papas. No ya de los críme­nes tras los que estuvo alguno o varios de ellos, sino de los que es­tuvieron casados, amancebados o encoñados, o de los que tuvieron hijos que a su vez heredaron el papado.

&nbsp Papas casados fueron S. Félix III (483-492), que tuvo dos hijos; S. Hormisdas (514-523); San Silverio (536-537); San Adriano (867-872), que tuvo una hija; Clemente IV (1265-1268), dos hijas; Felix V (1439-1449), un hijo.

&nbsp Papas que fueron hijos de otros papas u otros clérigos fue­ron mu­chos más: desde S. Inocente (401-417), hijo del papa Anastasio I, hasta Juan XI, hijo del papa Sergio III. Bien, para los citados no era preceptivo el celibato.

&nbsp Pero papas que engendraron hijos después de la Ley forzosa de Celibato impuesta en 1139 fueron concreta­mente Inocente III (1484.1492), que tuvo varios; Alejandro VI (papa Borgia), 1492-1503, varios y dos nietos que fueron car­denales; Julio (1503-1513), tres hijas; Paulo III (1534-1549), una hija y tres hijos; Pío IV (1559-1565), tres hijos; y Gregorio XIII (1572-1582), un hijo.

&nbsp Estos son datos históricos al alcance de cualquiera. Pero hay que imaginar cuántos otros papas estuvieron amancebados y cuántos otros hijos bastardos por los cuatro costa­dos pudieron tener los pa­pas a lo largo de la historia del papado…

&nbsp Por consiguiente, sabiendo que una gran parte de la “eficacia” de la religión católica, del catolicismo y del papado ha sido debida al oscurantismo y a la fuerza bruta, es claro que hoy día para nada sir­ven las argucias teológicas ni las prédicas ni las excusas para expli­carse semejante y abominable institución. Cualquiera puede informarse de los incontables golferíos de sus pa­pas en materia genital, dejando a un lado sus históricas iniquidades relacionadas con la fe, la hoguera,&nbsp el potro de tortura y su colaboración al genocidio en América Latina hace quinientos años.

&nbsp Todas esas cosas a las que Benedicto se refiere ahora muestran una especial y personal desesperación que forzosamente nos re­monta al pa­sado de su institución y sus “verdades”. El papa, ahora, tan pronto infalible como un opinador de tres al cuarto, mueve a desprecio. Y por el desprecio generalizado sucumbirán, tanto él mismo como su Institución.

&nbsp Las vacilaciones de Benedicto acerca del uso del preservativo, después de haber sido al respecto tan ro­tundo y dogmático, son el síndrome del derrotado. Ese decir y desdecirse, ese anatematizar y corregirse no son propios del hombre corriente y del papa condes­cendiente, son del hom­bre mentecato y del papa superficial o ido. Cuando pasan estas cosas en la política, se acusa de electoralistas a los po­líticos, pero en el caso del pa­pado es más grave. Ese corre­girse a sí mismo en asunto de seme­jante gravedad para la sociedad mundial -y especialmente para la más proclive a sufrir enfermedades contraí­das por vía sexual-, demuestra que en su día se pronunció a la ligera; algo impropio de quien se arroga el derecho de ser el prin­cipal rector de las conciencias. Ese no meditar antes tan grave asunto con la suficiente profundidad, no es más que el signo de la descomposi­ción in­telectiva y espiritual de Benedicto, y una señal del cielo de que los cimientos de la Igle­sia vaticana se están desmoro­nando.

NOTICIAS ANTICAPITALISTAS