
Del Gran Reseteo ¿a la Nueva Era?
El mundo en su debate agónico. Existe una dicotomía ineludible: o aceptamos ser habitantes del Reino del Gran Hermano, o nos liberamos de su influencia.
El subconsciente, tanto individual como colectivo, sabe cosas que el
consciente no se atreve a formular y menos a aceptar, normalmente por miedo a asumir realidades incómodas, pero eso que se reprime acaba por manifestarse de un modo virulento antes o después.
En lo que se refiere a nuestro mundo (entendido como todo lo que hemos construido sobre este Planeta), el subconsciente intuye que nos dirigimos hacia un abismo. No hay más que ver la cantidad de películas y literatura al respecto sobre toda clase de cataclismos apocalípticos. Por desgracia, todo eso se está manifestando a diario en diversos países y en el clima de todo el Planeta.
Impuestas por minorías y soportadas por la mayoría, ahora eclosionan muchas de esas cosas intuidas y multitud de veces denunciadas sin éxito. El detonante ha sido esta pandemia, Plandemia o como queramos llamarla.
La alarmante realidad
Tras sucesivas crisis económicas y climáticas in crescendo que nos han ido atormentando con precariedad, desigualdades, explotación laboral, incertidumbre existencial y toda clase de catástrofes medioambientales, aflora este nuevo virus que desata los miedos más profundos: el miedo- escondido- a la muerte, que lleva a tantos a vacunarse; el miedo al semejante como posible transmisor- y el miedo servil al principio de autoridad: política, científica y religiosa. Todo eso, que parecía bajo control racional, da la cara de golpe y pone en jaque nuestras vidas.
En un par de años se nos han manifestado en toda su crudeza cada uno de esos miedos escondidos con los que pretendíamos asegurarnos una estabilidad aceptable, pues nos descubrimos de pronto aterrorizados por el covid-19, la crisis climática, un despido, un desahucio o un porvenir incierto, entre otras calamidades climáticas, sanitarias y sociales.
¿A qué suena “Nueva Normalidad”?
Se nos dice que habrá una nueva normalidad y eso suena fatal; suena a reseteo mundial, a instalación en el Recorte Permanente. Suena a caída libre hacia un mundo peor, que ya es decir. Para ser más exacto: a mundo apocalíptico.
En medio de esta convulsión, y con leyes mordaza y reforma laboral sin derogar en España, crecen aquí y en todas partes los virus fascistoides subvencionados por los mismos que siembran el caos económico y climático mundial.
Se nos empuja en todas partes hacia un nuevo modo de vivir mucho más normativo, más autoritario, tecno-controlado y centralizado, donde los gobiernos actúan vergonzantemente a favor de los fabricantes de vacunas y de los bancos, que son los grandes beneficiarios inmediatos con las grandes empresas y la Iglesia.
El reino mundial del Gran Hermano no es un mito conspiranoico
El creciente uso de técnicas de reconocimiento facial, las invasivas cámaras de vigilancia urbana, el control de los móviles y de Internet, la reciente creación del carnet de identidad europeo donde cada Gobierno dispondrá de los datos que le interese de cualquier ciudadano; el propósito de obligar a inyectarse ese producto experimental llamado “vacuna” para conseguir –entre otras perversidades desconocidas aún- imponer un pasaporte sanitario, o pasaporte verde– hacen sospechar de un presunto siniestro plan neofascista feudal mundial en el contexto de la famosa “agenda 2030” y alrededores.
No es por nuestra seguridad, claro que no
Como es natural, esas medidas tan extremas necesitan justificarse y como es natural, se nos quiere hacer creer que es por nuestra seguridad. Sin embargo los políticos mienten, los científicos oficialistas mienten. Todos mienten y todos están de acuerdo para meter miedo, porque el miedo no solo paraliza, sino que empuja a obedecer al inductor si no se tienen argumentos y conciencia contrarios. Falsos defensores de la democracia y los derechos humanos y divinos, como los señores con sotanas, mienten igualmente y mienten los jueces que tan a menudo pisotean la justicia en nombre del Derecho de quita y pon.
Con la ayuda de todo ese frente de mentirosos, los empresarios ven aumentado legalmente su poder de explotar y despedir a cualquier trabajador sin dar explicaciones, mientras los banqueros especulan, se forran con la crisis y arruinan a las naciones.
Las reglas del juego se han hecho imprevisibles, amenazantes, injustas e insufribles para muchos y el mundo se sume en el desconcierto y el pesimismo, ante la ausencia de una conciencia espiritual y de una conciencia social como motores de acción constructora del porvenir. Y es preciso decir la verdad: sin esos dos elementos, y sin que falte ninguno, no hay porvenir posible.
¿Un porvenir posible?
No se trata de inventarse una religión, ni un partido político, ni una ideología complicada con sesudos argumentos filosóficos y científicos, sino de adoptar una actitud justa hacia los semejantes, algo a ras de la vida cotidiana:” Lo que quieres que te hagan a ti hazlo tú primero a otro, y no hagas a nadie lo que no quieras que se te haga”, dijo el Cristo y dijeron muchos sabios. Pero díganles esto a los representantes de los poderes mencionados, los grandes culpables, los grandes ególatras, los adoradores del dios dinero y defensores ultras del “mío, mí, y para mí”. Estos son los grandes enemigos del presente y del porvenir.
Y ahora, si queremos, echémonos una mirada a nosotros mismos, a ver si tenemos la vacuna que nos proteja de sus venenos.
La vacuna protectora
La vacuna, sin duda, es energía positiva nacida de los sentimientos de amor altruista, cooperación, igualdad, justicia, unidad y semejantes. Muy otras serían hoy las reglas del juego de estar presente este energía en la mayoría de nosotros, pero justamente esta carencia, este vacio, debería abrirnos los ojos para saber hacia dónde deberíamos dirigir nuestros empeños personales y sociales. Porque hoy el que más tiene quiere más, el que tiene poco admira y envidia a los que tienen demasiado, y por eso estos cada vez tienen más poder para empobrecer, atontar y dominar a quienes les admiran. No hay más que observar el resultado por falta de la auténtica vacuna: caos climático, económico, sanitario, existencial, convivencial y ascenso del neofascismo.
Una civilización fallida
De igual modo que existen estados fallidos, existen civilizaciones fallidas. Y el caso de la nuestra es de libro.
Descubrimos con dolor que esta civilización materialista mundial, fundamentada en el egoísmo, la explotación humana y animal, la violencia, el afán de dominio, el desprecio a las leyes naturales y espirituales, o la indiferencia interpersonal, es ya una “civilización fallida” por cuanto no evoluciona, sino que primero se estancó y hoy involuciona. Esta civilización fallida también muestra el fracaso de las religiones estatales tipo Iglesias o del humanismo como filosofía de vida.
Ahora todo lo que piden los dirigentes mundiales ante el enorme caos sembrado por ellos es fe en la ciencia… y en ellos, naturalmente. Porque quieren ser dioses como sus científicos mercenarios. Pero ¿quién puede creer en dioses que no cesan de anular derechos, provocar dolor, guerras, restringir libertades, arruinar en masa a la humanidad y enfermar al Planeta con todas sus especies-la nuestra incluida- mientras reprimen a los que exigen justicia? …¿Quien puede creer en la Ciencia mercenaria al servicio de los super-ricos que la subvencionan y dirigen a su antojo? ¿Quién puede creer en esas Iglesias multimillonarias egoístas y creadoras de supersticiones, mentiras y falsedades doctrinales?
Todos ellos han tocado fondo y siguen. ¿Y nosotros? ¿Seguimos hacia alguna parte? ¿Nos siguen dominando a través del miedo? ¿Hemos tocado fondo?