
Brasil. Desde que Bolsonaro es presidente, la deforestación en la Amazonia incrementó un 88%
Las alarmas están prendidas desde que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dio vía libre a la tala, quema e invasión de tierras en la Amazonia. 2019 está volviendo a las terribles cifras de deforestación de las dos últimas décadas, y todo por culpa del ejecutivo de Bolsonaro.
La pérdida de esta región alcanzó los 1.345 kilómetros de terrenos hasta el mes de junio. Esta cifra quiere decir que ha superado un récord mensual desde que se monitorea esta problemática bajo el sistema satelital Deter B, que comenzó hace 4 años.
Según los expertos, el mayor peligro “es el punto de inflexión al que se está acercando la Amazonia”. Se trata de una degradación del ecosistema que puede acabar con la capa vegetal que cumple un importante rol en la salud ambiental del planeta. Este tema pone en problemas al ecosistema, ya que, si la Amazonia se transformara en una sabana, perdería el rol tan importante que cumple en la retención de dióxido de carbono, entre otras.
Ya se ha destruido la superficie de bosque equivalente a toda el área metropolitana de Londres. Será la cifra de deforestación más alta de la última década, un 13% más alta que los anteriores años. Esta situación es alarmante, “al borde del punto de no-retorno”, prácticamente “irrecuperable”. La Amazonia está en riesgo de convertirse en una sabana, perdiendo la capacidad de absorber el dióxido de carbono, cuyas consecuencias se vivirían en todo el mundo.
Tras este flagelo, las comunidades indígenas se encuentran aisladas de sus territorios, debido a que las condiciones de deforestación no son aptas para su salud. Es por ello que muchos defensores de los derechos de los pueblos originarios expresan su preocupación por las amenazas constantes a las que se ven obligadas a enfrentar en la Amazonia.
Y aun así, “hay gente que niega que haya un problema”, asegura Philip Fearnside, profesor en el Instituto Nacional de Brasil sobre Investigación Amazónica, refiriéndose al presidente, Bolsonaro, que recientemente dijo que los números oficiales de deforestación estaban manipulados por el Instituto.
The Guardian apunta directamente a las políticas del presidente como las causantes de la deforestación. “Jair Bolsonaro ha dado luz verde a la invasión ilegal de tierras, la tala y la quema”, asevera. Lo afirma con algunos datos: ha debilitado las agencias medioambientales supeditándolas al Ministerio de Agricultura, que ahora está en manos de un líder del lobby agricultor que quiere enriquecerse a base de usar la selva como tierra de cultivo; el ministro de Exteriores ha negado la existencia del cambio climático; y su gabinete está en contra del instituto para controlar la Amazonia por multar la deforestación ilegal, la cual vincula con altos cargos del gobierno y sus socios económicos.
Estas políticas “han envalentonado a aquellos que quieren invadir el bosque y deforestarlo con fines comerciales, principalmente con la expectativa especulativa de que aumentará su valor, pero también para tener pastos para ganado, más espacio para campos de soja y abrir minas”, añade.
Los entes ambientales culpabilizan al presidente Bolsonaro de permitir que la problemática se aumente para desarrollar actividades ilegales que, como lo menciona él, son “sostenibles”.
La ONG Climate Observatory también señala a Bolsonaro y a su ministro de Agricultura, Ricardo Salles (que aseguró que la industria de la madera “debía ser respetada” y que necesitaba leyes que ayudase a sus negocios), como cabezas pensantes tras las políticas para erradicar todos los protocolos de protección selvática y la reducción del 70% de persecución de crímenes climáticos (tala y minería ilegal) en Brasil.
Desde su llegada al poder la deforestación en la Amazonia se ha incrementado en un 88% según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales de Brasil.
Ante las críticas, el presidente Bolsonaro dijo que el “Amazonas es de Brasil, no de ustedes. Esa es mi primera respuesta. ¿está ok?”. “Se acabó la psicosis ambiental”.
El presidente fue apoyado desde el principio de su campaña por empresarios agrícolas y mineros, lo que deja entrever la materialización de sus políticas de Estado que atenta contra el bioma más importante del mundo.
Fuentes: Código Nuevo y Un Minuto Radio

Bolsonaro destruye la selva amazónica
El actual presidente de Brasil, en vez de enfrentar con responsabilidad la grave desforestación del “pulmón del mundo”, prefiere admirar el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo de Paris (que compromete la reducción de las emisiones de carbono). Imitando a Trump, durante su campaña electoral, también propuso el retiro de Brasil del Acuerdo de Paris. Probablemente por ello el presidente de Francia advirtió a Bolsonaro que no ratificará el reciente acuerdo comercial Unión Europea-Mercosur a menos que exista un compromiso claro de Brasil con reducir la deforestación y, por cierto, ello incluye el no retiro del Acuerdo de Paris.
Por Roberto Pizarro H / 26.07.2019
La semana pasada, Jair Bolsonaro, en su primera conferencia presidencial ante la prensa extranjera, dijo con todas sus letras, “La Amazonía es nuestra, no de ustedes” y, agregó, “Los datos de deforestación sobre la Amazonía son falsos”. Con estos dichos ratificaba lo que hace dos meses atrás había señalado su asesor de Seguridad, el General Augusto Heleno Pereira, “La idea que el Amazonas es patrimonio mundial es una tontería; los extranjeros deben dejar de inmiscuirse.”
El presidente de Brasil y su asesor de Seguridad Nacional se equivocan. La selva amazónica se encuentra en su mayor parte en territorio brasileño, pero es indispensable para mantener la vida del planeta y de todos los seres humanos. La Amazonía es la mayor reserva forestal del planeta, “el pulmón del mundo”, que se extiende a lo largo de 7.4 millones de kilómetros cuadrados y concentra el 60% de la biodiversidad mundial.
En consecuencia, la Amazonía es un patrimonio de toda la humanidad, lo que coloca exigencias ineludibles al Estado brasileño, especialmente hoy día cuando los equilibrios medioambientales se están rompiendo, con serias amenazas para la sobrevivencia de los seres humanos
Por tanto, Bolsonaro y su asesor de seguridad tienen la obligación de cuidar la Amazonía y evitar la deforestación. De no hacerlo cometen delito de lesa humanidad. Y, no pueden argumentar que los extranjeros no tienen derecho a opinar ya que lo que sucede en el “pulmón mundo” afecta a todos los seres humanos.
Sin embargo, la política medioambiental de Jair Bolsonaro se desentiende de la grave presión que actualmente experimentan los ecosistemas. Reduce las regulaciones en la Amazonía para favorecer las explotaciones mineras y agropecuarias y propone duplicar la producción de soja en los próximos diez años. El resultado será mayor deforestación, facilitado por la integración del ministerio de medio ambiente al de agricultura, a lo que se agrega el término de las demarcaciones de nuevas tierras indígenas pues “el indio ya tiene demasiada tierra”.
Así las cosas, se multiplican las preocupaciones de las ONG locales y de organismos internacionales. De acuerdo con el reporte de la World Wildlife Fund (WWF) publicado en octubre del 2018, una quinta parte de la selva ha desaparecido en los últimos 50 años; según Greenpeace, la deforestación de la Amazonia en los años 70 alcanzaba un 1% del territorio, mientras hoy llega al 18%. Y, una reciente estimación del Instituto de Investigaciones Espaciales destaca que sólo en el mes de junio de este año, en comparación al mismo mes del año pasado, se ha producido un 88 % de deforestación en la Amazonía. Los datos no son falsos.
En consecuencia, el actual presidente de Brasil, en vez de enfrentar con responsabilidad la grave desforestación del “pulmón del mundo”, prefiere admirar el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo de Paris (que compromete la reducción de las emisiones de carbono). Imitando a Trump, durante su campaña electoral, también propuso el retiro de Brasil del Acuerdo de Paris. Probablemente por ello el presidente de Francia advirtió a Bolsonaro que no ratificará el reciente acuerdo comercial Unión Europea-Mercosur a menos que exista un compromiso claro de Brasil con reducir la deforestación y, por cierto, ello incluye el no retiro del Acuerdo de Paris.
En la segunda década del siglo XXI el mundo enfrenta serios desafíos medioambientales. Los acelerados procesos de industrialización, urbanización y comercio global han colocado una presión extrema sobre los ecosistemas, con grave peligro para el planeta. En efecto, se está rebasando el límite de seguridad del cambio climático; la biodiversidad se está reduciendo a extremos muy delicados; los bosques originales han disminuido sustancialmente y muestran signos de estar absorbiendo menos carbono; y, la aplicación de fertilizantes y pesticidas en la agricultura han rebasado límites tolerables, dañando a plantas, aguas y peces.
La Amazonía, que debiera ser el principal escudo protector para enfrentar el deterioro de los ecosistemas está siendo destruida. Se verán afectados Brasil y el resto de los países amazónicos, pero también toda la humanidad y sobre todo las generaciones venideras. Disminuirá la capacidad para absorber CO2, morirán mayores especies de animales y vegetales y el calentamiento global continuará su marcha inexorable. La subsistencia del planeta está en juego. Bolsonaro tendrá que asumir su responsabilidad ante la humanidad.