
Engañados
La colecta iniciada por el Museo Guggenheim Bilbao pone al descubierto un engaño que viene de años atrás
El Museo Guggenheim de Bilbao ha pedido a la ciudadanía dinero para restaurar el Puppy (la figura de un gran perro, hecho enteramente con flores, situado en la explanada anterior a la entrada al museo. El eslogan del reclamo dice: Da vida al Puppy. El costo de reparación lo han cifrado en cien mil euros.
No paran de llamarme amigos indignados. Son unos caraduras-una vergüenza-un bochorno, dicen, entre otros berrinches. Trataré de poner en razón el rodar de sus lamentaciones. La pequeña historia gira en derredor de Thomas Krens, quien fuera director del Guggenheim de Nueva York, al tiempo de erigirse como asesor artístico del Guggenheim bilbaíno. A Krens le pareció oportuno alegrar el espacio de entrada al museo. Llamó a uno de sus artistas protegidos, el estadounidense Jeff Koons. Le pidió que ideara algo divertido para ese lugar. El protegido se acordó de los jardineros ingleses, quienes llevaban más de cien años creando figuras de animales de grandes dimensiones, hechos enteramente con flores. Se inclinó por la figura del perro. Así nació el Puppy. Desconocemos cuánto costó el “invento”.
Sí sabemos qué costó otro de los encargos de Krens al mismo artista. Me refiero a una escultura de tres tulipanes de acero inoxidable, patinado en colores estridentes. Al parecer, Krens buscaba amenizar la parte trasera del edificio. Otra vez Thomas Krens enmendándole la plana al arquitecto, Frank Gehry, a quien estimo y admiro. La pieza es de ínfima calidad, un bibelot en tres dimensiones. Escribí sobre esa nadería un artículo en El País (Vasco), con fecha 3 de junio de 2007. Lo titulé Banalidad inoxidable. Por esos tres insulsos tulipanes el erario vasco pagó siete millones de euros (dice millones).
Pasados los años, otro encargo de Krens llenó los bolsillos del protegido. En esta ocasión, a través de una exposición antológica de su obra en el Guggenheim bilbaíno. El Arte brillaba por su ausencia. Primaba el mal gusto de lo atrabiliario, lo chabacano, con un flujo porno y mucha nadería. Esto no solo lo digo yo. Lo dice alguien que sabe más. Hablo de James Gardner, crítico de arte de la National Review. En su libro ¿Cultura o Basura? publicado en inglés en 1993 y traducido al español en 1996, por Acento Editorial, el norteamericano pone al descubierto a falsos artistas, fabricantes de la mayor nadería o mera basura adscrita al Arte Contemporáneo. Arremete contra Jeff Koons, antiguo corredor de bolsa, sin freno alguno. Son tan duras sus descalificaciones, como para sacarle los colores a un muerto…
Deducción inmediata. Aun sabiendo que su protegido era uno de los falsos artistas, Thomas Krens lo introdujo en un lugar preferente de la órbita artística del Guggenheim bilbaíno. Queda probado que sabía lo de falso artista, dado que la relación de Jeff Koons con el Guggenheim neoyorkino ha sido nula, de toda nulidad.
Final. Lo que empezó con un eslogan pedigüeño, dirigido a la parte más infantilizada de la sociedad, la revisión de acontecimientos y años ha puesto al descubierto unos hechos de sórdida gravedad. Tan grave, como para producirles fuertes dolores de conciencia a quienes se dejaron engañar…