
Giorgio Agamben: potencia y acto
Por Iñaki Urdanibia
El filósofo romano, nacido en 1942, inició sus estudios universitarios cursando la carrera de derecho , pero su asistencia a un seminario de Heidegger, en los años sesenta, le condujeron a variar su trayectoria, doctorándose en filosofía. Walter Benjamin es otro de sus inspiradores, como vacuna y contrapeso del primero de los nombrados, según él mismo señala. De Benjamin se ha encargado de la edición en italiano de su obra completa.
Su presencia se deja ver en el terreno de la renovación de la filosofía política, terreno en la que ha continuado la senda abierta por las visiones de Hannah Arendt y de Michel Foucault, autores cuyas ideas completa con referencias filológicas, y el recurso a los textos del situacionista Guy Debord , Carl Schmitt , o al de sus amigos, Jacques Derrida y Gilles Deleuze, amén de la erudita visita a materiales del cristianismo, teológicos, jurídicos, alquimistas, etc. El resultado una obra mayor, de la que por el momento se han publicado, si mis cuentas no me fallan, siete entregas bajo el título común de Homo sacer. Las teorías e hipótesis que en tal obra expone no dejan indiferentes a nadie; por decirlo de un modo rápido y algo simplificador: entre sus seguidores se hallan fundamentalmente gente con visiones subversivas y rebeldes [ no me resisto a señalar a modo de anécdota realmente significativa como en el affaire Tarnac, que supuso la detención de una serie de jóvenes afincados en tal pueblito, bajo la acusación de haber atentado contra las catenarias del TGV -montaje urdido a todas luces como aviso a navegantes: hay límites que no se deben sobrepasar-: así, entre las aplastantes pruebas de acusación estaban el ser autores del libelo “ La insurrección que viene” firmado por el Comité Invisible, con lo que se trataba de implicar también a su editor Eric Hazan, el haber tenido contactos con algunos grupos anarquistas del otro lado del charco, en los USA, y el hallazgo en su biblioteca de textos tan peligrosos como los de Foucault, Debord, Deleuze, Vaneighem, …y el propio Agamben, quien por cierto mostró su inmediata solidaridad con los acusados], y entre sus detractores quienes consideran que las posiciones mantenidas por el italiano son pura exageración/ invención, que no ocultan en el fondo más que un espíritu anti-democrático ( refiriéndose concretamente al sistema realmente existente ), y que suponen que su postura pueda ser calificada de impolítica, irresponsable, disolvente, etc., etc., etc.
Podría decirse sin mayor exageración que “su reino no es de este mundo” , y él se mantiene a la espera de la “comunidad que viene” ( temática “comunitarista” enfocada en debate con las participaciones de Maurice Blanchot o Jean-Luc Nancy), y con ciertos resabios mesiánicos -deudores de su admirado Benjamin- ( fundamental resultan sus análisis de la “Epístola a los romanos” de Pablo de Tarso, cuya interpretación condujo a Alain Badiou y a Slavoj Zizek a considerarla como una apertura religiosa al universalismo) , yendo más lejos en sus críticas al statu quo, alimentadas en las teorías biopolíticas foucaultianas, que algunos otros filósofos que también han transitado tales pagos, como Roberto Esposito; él como digo va más lejos y su crítica no se detiene en la dirigida a los regímenes totalitarios sino que su afilada mirada se dirige igualmente hacia las satisfechas democracias reinantes. En tal orden de cosas, sus afirmaciones llegan a considerar las actuales ciudades de los Estados nacionales y constitucionales -legales pero no legítimos- bajo el prisma de los campos de concentración. La vida de los ciudadanos están a entera disposición del Estado y sus servidores, que pueden decidir sobre el estatus jurídico de los embriones, de los emigrantes y sin papeles ( los nefastos campos de internamiento como ejemplo privilegiado), de algunos presos preventivos, o ampliado la vigilancia y el control de los ciudadanos por medio de sistemas de video-vigilancia, cacheos en aeropuertos, etc. Es este panóptico ampliado el que le conduce a recurrir a la figura, tomada del derecho romano arcaico del homo sacer, sujeto siempre a disposición del soberano ( «el homo sacer ofrece la figura originaria de la vida apresada en el bando soberano y conserva así la memoria de la exclusión originaria a través de la cual se ha constituido la dominación política …. Soberana es la esfera en que se puede matar sin cometer homicidio y sin celebrar un sacrificio; y sagrada, es decir, expuesta a que se le dé muerte, pero inclasificable, es la vida que ha quedado prendida en esta esfera […] Soberano es aquél con respecto al cual todos los hombres son potencialmente hominis sacri, y homo sacer es aquél con respecto al cual todos los hombres actúan como soberanos » ) . Por esta vía su travesía es una propuesta a revisar, repensar , no abandonar, los conceptos de poder constituyente, soberanía y representación, estado de excepción y subyaciendo a todo ello un interés siempre presente por el lenguaje. Este revolcón de las concepciones consagradas y heredadas es lo que ha convertido a Agamben en un ser influyente, en ciertos ambientes, y considerado peligroso, en otros, lo que le equipara en cierto sentido con las intempestivas y originales trayectorias de los Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, Hannah Arendt, Walter Benjamin, Michel Foucault…en un tenaz empeño –defendido por el último de los nombrados- por penser autrement.
Esta vena centrada en la filosofía política, en la que confluyen la ontología, la ética, la política, la estética, etc., es completada con la periódica publicación de recopilaciones de artículos, fundamentalmente relacionados con el arte, la literatura, y la creación en general. Contra lo que pueda pensarse en una primera aproximación, no son libros de relleno sino que resultan complementarios con respecto a la obra magna citada. Frente a los hábitos políticos y los anquilosados lenguajes utilizados, Agamben busca del mismo modo que una nueva comunidad de los humanos, un lenguaje que se adecue a las nuevas visiones y a un futuro diferente. De este modo los artículos recopilados son exploraciones acerca del uso de nuevos lenguajes, entre los que cobra una plaza destacada la poesía, ( en griego poiesis = producción), como lengua que se escapa del habla meramente comunicativa ( o repetitiva cual consolidado karaoke) ensayando nuevas vías de expresión, que escapen al lenguaje impuesto por el Estado y sus aparatos de propaganda, con lo que las puertas de un lenguaje-sin-Estado dejan otear su posible presencia. « Aquello que la poesía acomete con la potencia del decir, la política y la filosofía deben acometerlo con la potencia del actuar », se lee en la página 49 de su último libro publicado por acá: « El fuego y el relato » ( Sexto Piso, 2016) que toma como nombre el del primero de los diez ensayos reunidos.
Si comenzamos con una historia relatada por Gershom Scholem sobre la mística judía en la que un rabino oraba junto al fuego con el paso del tiempo se ignoraron las relaciones que unían antaño la oración con el fuego encendido…pero quedó el relato. , lo que le sirve al ensayista para tratar de manera alegórica la literatura, que al cabo de los años se ha convertido en una actividad autónoma sin unión con el mito, y en una de las esferas separadas de lo humano, la cultura. . La obra avanza con referencias a textos y anécdotas de distinto signo, y a pintores, filósofos y escritores ( Aristóteles, Nietzsche, Benjamin, Dostoievski, los Evangelios, Dostoievski, Tiziano, Hölderlin, Rimbaud, Simone Weil, Cristina Campo, Paul Celan, Velásquez, Paul Klee Trakl, Pasolini ( precisamente en su película “ La pasión según san Mateo” participó el joven Agamben) , y algunos de los ya nombrados , para analizar el papel de la literatura, de la creación, del soporte libro-desde el papiro al numérico- y sus diferentes expresiones relacionadas con las concepciones del tiempo ( circular, lineal), cuestiones referidas a la lectura y a la edición.
Una de las ideas eje de la obra se halla en el ensayo, ¿ Qué es el acto de creación?, que comienza con la respuesta que Deleuze dio a la pregunta: « un acto de resistencia» : « Ante todo, resistencia a la muerte, pero también resistencia al paradigma de la información a través del cual el poder se ejerce en aquello que el filósofo, para distinguirla de la sociedad disciplinaria analizada por Foucault, llama “ sociedad de control”. Cada acto de creación resiste contra algo…» ; armado de las concepciones aristotélicas se introduce el ensayista en las cuestiones pasadas por alto por su amigo Deleuze y hace una exposición clarificadora donde las haya de las relaciones entre potencia y acto ( la primera pudiéndose convertir en no acto, al modo de un Bartebly que prefiere no), en la opción entre hacer o no hacer , « la potencia-de-no es otra potencia-de en su inoperosidad, aquello que resulta de la desactivación del esquema potencia/acto»…ejemplifica tal inoperosidad en las actitudes de Kafka, Tiziano, Dante, Canetti, Malevitch o Velásquez, guiados por momentos de indecisión, de temblores de mano que abren el camino del « pensamiento del pensamiento, la pintura de la pintura, de la poesía de la poesía» , y la intervención plena del cuerpo y de la vida le conduce a interrogarse si no será la vida un arte, y ahí retoma con decisión las propuestas de Foucault, sobre el «cuidado de sí», sobre la « estética de la existencia», por las lindes de la búsqueda de la felicidad, siendo consciente de que no pudiéndose hablar en nombre de ( Dios, el pueblo…), «la política ha perdido su lugar , que las categorías de lo político se han derrumbado por todas partes. Ademia, anomia, anarquía son sinónimos…» y con una leve esperanza de que « un día la humanidad jugará con el derecho, como los niños juegan con los objetos sin uso , no para restituirlos a su uso regular, sino para liberarlos definitivamente de él».
Decía Wittgenstein algo así como que lo que se puede decir se puede decir claramente; a fuer de sincero si traigo a colación esta cita, es debido a que la escritura de Agamben, y en consecuencia su lectura, no es pan comido que digamos sino que exige una atención continua y un esfuerzo indudable. También es verdad que el esfuerzo bien merece la pena, del mismo modo que sucede en diferentes esferas del quehacer de los humanos.