
Política:
La política, y lo que gira a su alrededor, constituye el grueso de los noticiarios, sin embargo la gente no cree en los políticos, que nunca alcanzan buena nota en las encuestas. Y si la gente no se fía de ellos es con razones sobradas, porque son taimados, mentirosos, jugadores del juego del poder- sucio en general- y recaudadores de impuestos y votos para ser servidos. Nunca para servir. Y cuando alguno, poseído por el amor a su pueblo, lo intenta de verdad es asesinado por otros que no tienen esas miras. Gandhi o Salvador Allende son dos buenos ejemplos. Así que está bien la desconfianza, porque una cosa es la política y otra el politiqueo, que es lo que presenciamos a diario en las televisiones y periódicos, y en general este forcejeo entre clanes de intereses y poder que solo lleva a arruinar y a extender su dominio sobre los pueblos del mundo a todos los niveles: económico (empobreciendo), político ( neoliberalismo fascistoide y sus variantes), social ( separando a la gente entre sí), sanitario ( al servicio de multinacionales que enferman sin control), mental ( pensamiento único) antiecológico ( protegiendo a quienes destrozan el Planeta) y emocional ( produciendo problemas psicológicos como resultado de sus malas gestiones de la cosa pública, que lleva a muchos miles a la enfermedad mental y al suicidio ).
El ejercicio de la política sería algo digno si quienes gobiernan lo hicieran junto a los pueblos que los han elegido, y no contra ellos; si administraran con justicia y equidad la riqueza para que no se halle en manos de ricos y sus paraísos fiscales; si promoviesen la cultura, las artes y los derechos y libertades personales y laborales contra los excesos del poder, del machismo patriarcal y de la explotación laboral. En este ideal, los políticos solo pueden ser del pueblo, en este ideal sirven al pueblo, y sus cargos están a disposición del pueblo. ¿No es todo esto algo distinto de lo que tenemos en el mundo?
Justicia:
En el juego de los derechos y deberes como ciudadanos de un país cualquiera nos encontramos con el mundo de los tribunales, con sus jueces, fiscales, abogados, etc. Todos ellos viven del Derecho, y lo aplican a diario. Sin embargo, existe una distancia tan grande entre Derecho y Justicia como entre el fondo del mar y las olas que lo surcan. Esto ocurre porque el Derecho es la ley de los más ricos y poderosos, hecha a la medida de su riqueza y poder. Y en este punto se conecta con los juegos de la política, y explica por qué esta no se halla al servicio del pueblo en ninguna parte; explica el politiqueo, el compadreo y la corrupción, y el por qué no existen en la práctica ni siquiera derechos iguales para todos.
Trabajo:
Si pensamos en el significado del trabajo, enseguida sabemos que una cosa es trabajar, producir riqueza, dignificar la propia existencia con ello, y otra es ser esclavo de alguien que recoge los frutos del trabajo, y que los usa para satisfacer sus ansias egoístas de poseer y gozar de vicios refinados y brillo social conseguidos de un modo ilícito. Por ejemplo, explotando el trabajo ajeno. Explotar a los semejantes para enriquecerse egoístamente es algo inmoral y opuesto al bien común, lo que lo convierte en injusto aunque esté protegido por montañas de leyes que lo permiten y protegen. Y en este punto conecta con la justicia y con la igualdad. No puede existir ninguna de las dos mientras haya explotación de los trabajadores. Y esto explica la política y la desafección ciudadana a los políticos, porque se les ve como lo que son: legitimadores de la explotación y cuidadores de los bienes de los explotadores. Están ahí como garantes- con sus jueces, tribunales y uniformados- de que no cambie de manos la riqueza colectiva.
El camino que lleva nuestro mundo no es controlar esta injusticia universalmente extendida que ha dado lugar a que existan más ricos que nunca a costa de más pobres que nunca, pues no cesan de aumentar la esclavitud laboral y sexual, las desigualdades, la pobreza, el hambre, las enfermedades y no por último la represión y el control de las poblaciones.
El trabajo puede producir alegría, placer, ganas de vivir, y cada trabajador debería aspirar a esto para no dejarse llevar a siglos pasados. Pero tal cosa no es fácil sin conciencia espritual y de clase y sin acciones conjuntas. Para evitar eso están los empresarios, los sindicatos, los medios de comunicación, las leyes y los políticos, sin olvidar la ayuda complementaria del clero y del profesorado en todos los niveles de la enseñanza.
(Continuará…)