La producción agroecológica en Ecuador, un camino hacia la Soberanía Alimentaria

La Coordinadora Ecuatoriana de Agroecología (CEA) surgió a principios de los ‘90 con el fin de abordar la problemática agraria desde una visión agroecológica. Con la Soberanía Alimentaria como horizonte, y mediante la articulación de conocimientos ancestrales y modernos, busca fortalecer esta forma de producción en todo el país. Entrevistamos a Nancy Minga, integrante de la Coordinadora y miembro de la Red Agroecológica del Austro.

En Ecuador, más de la mitad del campesinado está compuesto por pequeñas productoras. El uso del femenino no es casual, pues son mayoritariamente mujeres (adultas y adultas mayores) las que se encargan de trabajar la tierra y transmitir a las próximas generaciones el conocimiento ancestral que encierra la tradición agrícola.

Dentro de ese universo, que genera cerca del 70% de la canasta básica del país, un pequeño porcentaje de familias practica la agroecología. Pero el tamaño de la muestra no se condice con el potencial que contiene esa forma de cultivar: allanar el camino hacia la Soberanía Alimentaria y generar un sistema de producción de comida que no sea nocivo para la salud y el medio ambiente.

La Coordinadora Ecuatoriana de Agroecología (CEA) es una red de alcance nacional, integrada por instituciones privadas, organizaciones campesinas, centros de educación superior y personas que llevan adelante programas de Desarrollo Rural Sustentable y actividades productivas desde un enfoque agroecológico. Acción por la Biodiversidad dialogó con Nancy Minga, integrante de la Coordinadora y de la Red Agroecológica del Austro.

¿Cuáles son las ventajas de la producción agroecológica y cuáles son los problemas que enfrenta hoy en día?

Me parece que los puntos fuertes son que esta agricultura logra conciliar y democratizar de mejor manera el conocimiento. Por un lado, al articular el conocimiento ancestral, propio y tradicional de los campesinos y, de alguna manera, al dialogar con las ciencias y los conocimientos más actuales. Eso le da el potencial para ser mucho más accesible y democrática.

También tiene un fuerte componente ambiental, que tal vez es el más visto. Conserva la diversidad, ayuda a mejorar la tierra, hace un mejor manejo del agua. Las fincas agroecológicas son lugarcitos de paisajes súper constituidos. Si las sumaras, podrían ser grandes territorios, con todos los beneficios ambientales que eso implica.

El otro elemento clave es la salud y la alimentación. La Soberanía Alimentaria en Ecuador está en la Constitución, tenemos leyes y normas que deberían realmente haber impulsado la agroecología. Sin embargo, no se han concretado en políticas públicas.

Con el covid, por ejemplo, la posibilidad de vivir de los salarios fue recortada, limitada. Vimos claramente cómo esas pequeñas parcelas de producción diversa y asociativa, y cuyos alimentos generados también fueron intercambiados de manera asociativa entre varias familias, pueden generar un impacto importante en la seguridad y la Soberanía Alimentaria. Fue fundamental la capacidad de producir su propio alimento, es decir, el poder comer desde lo que son y no depender del afuera. Ahí tú tienes, por lo menos, el 70, 80% de tu alimento como familia, el aporte a la economía es enorme.

También se fue construyendo un diálogo mínimo en torno al ambiente y la salud. La gente dice que se han enfermado poco, y si es que se enfermaron con el covid, muchas de ellas salieron bien gracias a las hierbas medicinales y la comida sana. La salud y la alimentación tienen un vínculo muy fuerte. Como hubo esa preocupación de la gente frente al tema de la salud por la presencia del covid, me parece que se profundizó en los últimos tiempos ese diálogo.

Y es importante, porque eso puede motivar tanto al consumo como a la relación entre el campo y la ciudad y lograr que siga aumentando la producción ecológica. Eso le daría mayores argumentos y fuerza a las organizaciones sociales que trabajan con el tema de la agroecología, y así poder exigirle al Estado un mayor apoyo a esa producción.

Las organizaciones adolecen de recursos. Si pudieran establecerse una serie de tributos municipales propios, que se pudieran quedar para fomentar la agricultura, sería mucho más fácil, pero los gobiernos locales dependen del presupuesto estatal nacional que está centralizado y entonces así se van alargando las cadenas de transmisión y se hace más difícil.

¿Qué actividades están llevando adelante desde la Coordinadora para fortalecer este tipo de producción?

La Coordinadora es una red nacional que nació en 1992 y que ha pasado por varios procesos de capacitación y formación. Luego tuvo varios momentos de crisis importantes durante el gobierno de Correa, hasta que realizó una última alianza con los que se llaman grupos de productores, que están organizados en distintas partes del país y que forman la Confederación de Campesinos Agroecológicos del Ecuador.

Son grupos de base que se desenvuelven en cantones, redes, asociaciones, comités, algunos legales, algunos no. Su característica principal es trabajar la agroecología en sus territorios. Desde la Coordinadora hemos trabajado mucho el intercambio de saberes y conocimientos de campesino a campesino. También hemos tenido intentos de incidencia en la política pública pero con poquísimo dinero y pocas posibilidades de movilización. Estamos permanentemente utilizando redes y trabajando. Discutimos los problemas respecto a la distribución de la tierra, de los recursos productivos, el acceso a los mercados y a las ferias agroecológicas, formas importantes de acceder a recursos monetarios.

Ese es un eje importante de trabajo, lógicamente. Lo que sería exportaciones no está en nuestra agenda, debido obviamente a la cantidad de tierra y a los volúmenes que producimos. Hay familias que tienen mil o tres mil metros cuadrados, que es un jardín comparado a países como Argentina.

Nosotros lo que hacemos es asociar a la gente para irnos a un espacio público cercano y poder vender los productos y tratar de hacer un nexo con la sociedad local. Puede ser un barrio, una ciudad pequeña, un pueblo. Siempre nos ha tocado pelearnos con los de control municipal que miran a la feria que montamos como un espacio que afea la ciudad. El espacio público lo quieren con estatuas y no con personas. Hemos hecho un fuerte trabajo sobre todo en Cuenca, una ciudad que está declarada patrimonio cultural.

Hemos tenido que demostrar que esta producción, el conocimiento y el sostenimiento de los sistemas alimentarios antiguos, locales y ancestrales son parte de nuestra cultura. Gracias a eso, hemos logrado tener espacios públicos para poder vender e intercambiar productos.

Por último, siempre estamos tratando de conseguir recursos para capacitar, sobre todo en la formulación de insumos y en el manejo de la fertilidad de la tierra. Lo que más se ha trabajado son los bioinsumos. Hay compañeras y compañeros campesinos que pueden enseñar a otros y que manejan súper bien estos temas. No hemos entrado en cooperativas grandes o en formas de producción mayores, es mejor que sea la familia o un grupo de familias las que puedan hacer sus propios insumos, para así no depender de otros ni tener que ir a algún lugar lejano a comprar cosas para poder vivir.

¿Cuál es el volumen de producción agroecológica en Ecuador?

La producción campesina provee más o menos entre el 60 y 70%, en promedio, de la canasta básica del Ecuador, con variaciones según de qué ciudad estemos hablando. Sobre cuántas de esas familias son agroecológicas, no tengo el dato preciso porque los censos acá no miden qué tipo de agricultura se realiza en cada lugar. Además, el último censo agropecuario tiene ya 21 años de antigüedad, por lo que francamente no da mucha cuenta de la realidad. Por lo tanto, no tengo un dato claro sobre la población que está produciendo de manera ecológica pero aún es muy pequeña, entre 10 mil y 20 mil familias diría.

Lo hacen con mucho esfuerzo, prácticamente solas. Hay algunos apoyos comunitarios, aportes pequeños de ONGs y algún gobierno local municipal, pero francamente no ha habido un impulso, una inversión o un programa que realmente haya podido empujar una transición hacia la agroecología.

En las tierras del callejón interandino es donde hay más agricultura familiar, campesina e indígena, y es donde más se ha desarrollado la agroecología con una fuerte presencia de la mujer campesina. Son huertos pequeños alrededor de la casa, microparcelitas. Ahí es donde la agroecología cobra mucho sentido porque tienes mano de obra suficiente y una cantidad de animales que puedes manejar.

Para una mayor escala necesitaríamos más políticas públicas y un mayor apoyo, porque las familias son pobres y no tienen capacidad de inversión. Desde el Estado, incluso desde la sociedad, la están convirtiendo en una moda. Dicen “qué chévere que la hagan las mujeres, qué lindo que mantienen las semillas” y todo eso pero cuando ya comienza uno a mirar la política o las normas que se están discutiendo, lo convierten en una cuestión de tres o cuatro prácticas agroecológicas. Ni de lejos comienzan a mirar y a poner en prioridad al sujeto de la agroecología, que es el campesino, el campesino indígena, el campesino productor. Que es el sujeto clave, en mi opinión.

Por Ignacio Marchini para la Agencia de Noticias Biodiversidadla


Este artículo es parte del proyecto “Fortaleciendo la agroecología campesina” realizado con el apoyo
de Fastenopfer.

Ilustración de María Chevalier –      www.dibujoschevalier.wixsite.com/mariachevalier

Biodiversidadla –     www.biodiversidadla.org

 

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