
Lecciones de literatura de Kropotkin
Por Iñaki Urdanibia
Generalmente se conoce a Piotr Alexelevich Kropotkin Sullma ( Moscú, 1842 – Moscú, 1921) por ser un teórico, y practicante, del anarquismo, militancia que le supuso no pocas estancias en prisión y en el exilio; mas además de esta frenética actividad, el príncipe anarquista escribió mucho y no solamente textos sobre el anarquismo, la rebeldía y artículos y ensayos para diferentes organizaciones internacionales como la AIT, sino que su tarea también era la propia de un científico ( zoólogo, geógrafo, naturalista, matemático) incansable viajero, explorador, filósofo, periodista, etc., etc., etc. En el terreno de la ciencia podría decirse que colaboró con el célebre geógrafo, y también anarquista, Eliseé Reclus, y en cierta medida complementó la teoría de Darwin, en discusión con él, al hacer hincapié en que la lucha por la supervivencia en la que pivotaba su teoría el británico no se hubiese culminado sin la presencia de la ayuda mutua entre los distintos seres. En fin, como se ha dicho más de una vez: científico de día, anarquista de noche; y como no se ha recatado en subrayar más de uno: el sujeto escribió sus obras en incómodas prisiones y no en cómodas bibliotecas. Si no se entregó con mayor dedicación a la ciencia, a la enseñanza , la investigación y demás no fue por falta de posibilidades sino por su rechazo, ya que para el lo primero era lo primero, y lo primero era la lucha. No queda la cosa ahí, no obstante, con lo dicho como demuestra la publicación por parte de La Linterna Sorda de « La literatura rusa. Los ideales y la realidad », obra que recoge una serie de conferencias pronunciadas en Boston en 1901 y publicadas en volumen cuatro años después. La obra es la primera vez que se edita en el Estado español, y recoge además de los textos nombrados, una serie de jugosas ilustraciones, amén de unos ubicadores textos introductorios de Ana Muiña, Antonio Fernández Escobés y Alejandro Castiñeiras. Conste que nadie se debe llevar a engaño pensando que estamos ante una originalidad, una especie de reliquia singular, si alguien piensa de este modo esta errado de cabo a rabo, ya que las lecciones impartidas sobre el siglo XIX, siglo de potente floración literaria en Rusia, conservan toda su pertinencia, y…su tino. Dicho esto, y lo que diré, puedo afirmar sin ambages que estamos ante un magnífico manual de cara a conocer el panorama de las letras rusas en la época visitada.
Ocho lecciones, me atrevo a calificarlas sin connotación peyorativa alguna como , magistrales, en las que destacan la contextualización histórico-política que desvela las condiciones en que se movieron los escritores para poder llevar a cabo su labor, la presentación biográfica de cada uno de ellos y la lectura de las obras más significativas de cada uno de ellos.
Los capítulos se presentan siguiendo la cronología y no se ciñe, única y exclusivamente al nombrado XIX, sino que toma impulso en tiempos anteriores de los que traza una muy interesante genealogía. Así pues, el repaso pormenorizado comienza hurgando en los orígenes e implantación de la lengua rusa, y los primeros textos que narraban y cantaban las leyendas –digamos que- fundadoras del alma rusa, que eran recopiladas por folcloristas y otros investigadores; la presentación se detiene con detalle en la Edad Media El peso del nacimiento de la Iglesia ortodoxa y su estrecha unión con el poder civil de los zares ( aunque decir civil en este caso resulta algo exagerado), de los Pedro Iy Catalina II, supuso innumerables cortapisas en las actividades literarias y culturales en general. Tras ser colocados en el escenario y en los preámbulos, de los siglos XVII y XVIII, y ser testigos también de la creciente implantación de una oposición con tendencias liberales, los decembristas, se inicia el desfile de figuras literarias.
Pushkin y Lermontov son puestos en relación: poesía formal rozando la perfección y poesía ligada a la naturaleza. Se compara al primero con Schiller, y se le encasilla en las filas de cierto byronismo; presentando su narración en verso Eugenio Oneguin que ha servido para la formación de no pocas generaciones de su vida se informa con su fatal destino bajo el dominio de vanas cuestiones de honor, y de balas. El segundo, que tampoco se libró de los proyectiles del honor, es presentado relacionándolo con Shelley y se subraya la huella que éste dejó en la posteridad con su Un héroe de nuestro tiempo y La hija del capitán. Junto a estos dos grandes escritores también merecen su espacio algunos de menor celebridad, poetas menores.
El siguiente capítulo está dedicado al gran Gógol, de quien amén de sus avatares existenciales, se subraya su sentido del humor que se plasmó en obras tan señeras como Almas muertas y otras obras que dejarían honda huella en la posteridad.
De los dos siguientes, los dos escritores más eminentes de Rusia Turguénev y Tolstói- qué decir, o qué no decir; pus bien, Kropotkin dice bastantes cosas y francamente sagaces. En sus descripciones de los diferentes tipos presentes en la sociedad rusa, destaca el retrato de Bazárov, protagonista de su fundacional Padre e hijos y si digo fundacional, es debido a que en el libro se daba cuenta del fenómenos nihilista, de aquéllos jóvenes que se desplazaban a zonas campesinas con el fin de concienciar a las masas atrasadas. Del autor de Ana Karénina, se habla largo y tendido como no podía, ni debía, ser de otro modo. Además de repasar sus escritos autobiográficos iniciales, sus experimentos pedagógicos y su ideología de resistencia pasiva y su conversión religiosa a un cristianismo sui generis, y otras cuestiones relacionadas con su vida, y con su muerte, materia que desde luego da lugar para todo una novela, y de hecho muchas líneas han provocado, pasa Kropotkin repaso a sus obras magnas: Guerra y paz, Sonata a Kreutzer y Resurrección.
Más tarde les toca el turno a Goncharov, Dostoievski y Nekrásov. En lo que hace al primero que originó una nueva palabra en el diccionario, oblomovismo, que se basaba en su personaje principal de su novela homónima: Oblómov., suma a la narración del argumento de la novela, algunas interpretaciones sobre el fenómeno de vagancia e inutilidad extrema del que hacía gala el personaje nombrado, subrayando la idiosincrasia rusa del fenómeno que, no obstante, no se limita a la geografía de dicho país. El análisis a que somete al autor de Crimen y castigo, es para el que esto escribe ( y en lo que uno alcanza) ciertamente discutible: partiendo de las circunstancias existenciales del escritor, que marcaron sus escritura, viene a afirmar que los personajes de Dostoievski son una galería de seres patológicos, que se dejan ver en su obras esenciales ( Los hermanos Karamazov, Memoria de la casa de los muertos…), cuestión que puede darse por cierta pero que a mi modo de ver va mucho más allá que la lectura singular de los personajes que se erigen en reflejo de ciertos males sociales; esta lectura analógica y/o metafórica supera sin lugar a dudas, la lectura plana y sintomática, que según mi modo de ver realiza el maestro Kropotkin ( véanse muy en concreto El idiota o El hombre del subsuelo…). Dedica unas lúcidas páginas al gran, y discutido, poeta Nekrásov; alaba, al tiempo que es considerado como defecto por muchos, su poetizar llano que puede ser leído, sin mayor bagaje cultural, por cualquier aldeano que sepa leer, claro. Esta comprensión era favorecida además pos su temática y los retratos logrados que realizaba, en sus poemas, de gente del pueblo, muy en especial mujeres. En el mismo capítulo se detiene en otros prosistas de la misma época, entre las que destacan algunas – las primeras que aparecen- mujeres: Khvoshchinskaia ( 1824-1889), y algunos poetas de la misma época :
Luego les toca el turno al drama, a los novelistas del pueblo ( lugar destacado ocupa Maxím Gorki y sus retratos de gentes desarraigadas); para concluir con una atención especial al cuentista Chéjov, un verdadero adelantado a su época, que es presentado en el mismo capítulo en que se nos acerca a ensayistas – en disputa eslavófilos y occidentalistas), con incursiones en lo estético y en lo político –como es el caso de Tolstói- como Chernichevski ( autor del influyente ¿ Qué hacer? ), Belinski, Pisarev, Herzen, etc. Y…muchas cosas más
Viendo la grandeza de los escritores presentados, casi todos pertenecientes a la nómina de clásicos de la literatura universal, sus tonos profundos y tristes , podría dar por pensar que las grandes obras se escriben en situaciones de gran dificultad, ya que no pocos de los autores presentados tuvieron sus más y sus menos con las autoridades zaristas que , como todo poder autoritario que se precie, prefiere los cánticos de alabanza que los retratos crudos de la realidad social…« cuando un lector occidental entra en contacto con la literatura rusa, de ordinario se siente impresionado por su tristeza y por la ausencia de la alegría de la vida, de la felicidad de la existencia. Esta impresión es enteramente acertada. Las persecuciones que sufrieron tanto nuestra literatura como generaciones enteras de “intelectuales” en el siglo XIX, explicaría palmariamente la ausencia de una verdadera alegría de la vida en la literatura rusa ».
No me duelen prendas, a la hora de concluir, en reiterar que estamos ante una obra que sirve a las mil maravillas de acercamiento a los escritores rusos, a sus obras principales, y al contexto en el que escribieron sus magistrales obras.