
Si observamos atentamente los discursos de los predicadores del llamado Nuevo Orden caemos en la cuenta de este llamado Nuevo Orden, no es más que el mismo de siempre, donde grupos de poderosos, con el apoyo de diversos tipos de secuaces, de voceros y de imitadores de cuarta fila, intentan dominar el mundo. Y mientras los poderosos quieran seguir siendo poderosos, están aseguradas guerras y conflictos entre naciones cuyos dirigentes aspiran a lo mismo.
Guerra significa pobreza y ruina para los pueblos, pero negocios para los promotores. Guerra significa también robos, violaciones de toda clase de derechos humanos y derechos divinos de los que nadie habla, y siembra de odios para la próxima inevitable guerra. Guerra significa mentir a las poblaciones sobre las razones por las que deben participar en asesinatos masivos o soportar sus consecuencias disfrazando sus causas de supuestas agresiones, defensa de principios y derechos previamente introducidos en la mente colectiva, repetidos una y otra vez hasta conseguir convencer. Hay una didáctica de todo esto, una pedagogía popular. ¿No oyeron hablar de patriotismo, por ejemplo? ¿Nunca oyeron eso de “servir a la Nación” o “dar la vida por la patria? Pero, ¿ a quien se sirve en realidad? ¿ No es evidente que solo se sirve a los enemigos de la vida, o sea de Dios, que es la vida misma?
A los amigos de Dios, de Cristo, de la paz, de la hermandad entre los seres humanos , a los partidarios de la igualdad, ¿ quiénes les sirven? ¿ Las grandes corporaciones multinacionales?…¿ Los clubs de usureros llamados Bancos y todos los que dependen de cualquiera de ellos?…¿ Las Iglesias?…¿ Los grandes medios de comunicación y sus payasos mediáticos de todo tipo?
Confunden a las poblaciones sus gobiernos, serviles instrumentos de los ricos, les inyectan ideas venenosas contra supuestas amenazas de otros pueblos u otros imaginarios peligros ; y las gentes, asustadas e influenciadas por la pedagogía del poder, toman las armas cuando se les dice y se dirigen a guerrear contra sus iguales, olvidados de todo aquello que les caracteriza como seres civilizados y algo mucho más grave: como seres divinos. Ven enemigos a los que son hermanos y no dudan en asesinarles en las batallas cumpliendo órdenes que supuestamente les exoneran de culpa por sus crímenes. Pero ¿ acaso es eso posible? ¿ Es menos culpable el que obedece que el que da la orden, o son ambos igualmente responsables ante la ley de Dios como nos indicó Su quinto Mandamiento? Nadie tiene permiso para matar ni obligación de obedecer al que da la orden de hacerlo. Existe la objeción de conciencia contra toda orden opuesta al orden espiritual.
La guerra siempre es fratricida y significa ir contra Dios, que es paz y amor, para estar a favor de sus enemigos, los promotores, que siembran odios y buscan la muerte de unos y otros en beneficio propio, hasta con bendiciones vaticanas. Y es que el Vaticano, perteneciente al club enfrentado de los poderosos, también acepta la guerra que llama justa (hizo muchas así y bendijo las que le convino, más los genocidios indoeuropeos, tribunales de inquisición y caza de brujas) pues ningún Papa se ha se ha declarado jamás pacifista ni siquiera ecologista. Es más: apoyan siempre a los ricos en sus contiendas, no importa la violencia con que actúen contra los pueblos. Esto hoy día resulta tan extraordinariamente llamativo como extraordinariamente revelador. Por fortuna, cada vez son más quienes se alejan de esta nefasta Institución, tan dañina como cualquier otra que manipule conciencias.
Los voceros del Nuevo Orden Mundial en cada generación hablan de la necesidad de la guerra aquí o allá cuando consideran llegado el momento de hacer caja. La esperpéntica excusa suele repetirse: salvar la paz mundial y acabar con el terrorismo suelen ser las más frecuentes…con guerra y con terror. Y no lo olvidemos: con el dinero de los pueblos y con los soldados de los pueblos. Ellos nunca van a sus guerras. Sus hijos, tampoco.