
Matemática social: hacia el número del hartazgo
Las matemáticas sociales tienen leyes propias.
Lo supimos cuando los números de todos los relojes y los días de todos los calendarios se pusieron a descontar esperanzas: habíamos sido vencidos tantas veces que estábamos siendo atraídos en caída libre por el agujero negro de un crespúsculo diferente al de todos los conocidos hasta entonces. El número iba a decidirlo todo ahora y en esta caída hacia la definitiva derrota de todos los sueños de liberación, el número prometía tener mucho poder, regenerador o destructor. Y los media, con sus tertulianos y sus presentadores de la Mismidad repetida hasta el vómito, hicieron piña para que el contenido mental de los despistados -esa mayoría silenciosa, apática y medio muerta- activada a conveniencia por los botellones, las elecciones y los deportes, se pareciese a sus programadores. Así fue como mayorías programadas para la Mismidad justificaron y siguen justificando en todos los tiempos inquisiciones, leyes de extranjería con derecho a expulsiones masivas, fascismos, neofascismos, desahucios y recortes de salarios, derechos y libertades, entre otros muchos puntos de enganche al mismo carro del poder de turno.
Hace tiempo que el mundo se hunde en un crepúsculo oscuro
No hay país en la Tierra que antes o después no haya padecido dramas sangrientos, injusticias, violaciones, saqueos, y muchas cosas más. Ya sabemos que haría falta mucho espacio para contar toda la historia de la perversidad … Y con cada una de ellas nos alejábamos del mediodía del mundo, y así seguimos: el Planeta está que arde entre incendios, guerras, conflictos raciales, emigración en masa, calentamiento global, crisis tras crisis, pobreza acumulativa, desempleo incesante, neo-esclavismo laboral y mucho más. Y mientras la bota de los poderosos asfixia al mundo, las masas duermen la siesta, porque ya se sabe: después de mediodía…Y su sueño es tan profundo que ignoran estar sumergiéndose en el oscuro mar del anochecer y a la espera del número fatal, al que esperan inconscientes y con resignación entre vacunas, fútbol, fiestas y telediarios.
Entre tanto, ¿cuántos millones más de desempleados del ejército de reserva de los trabajadores son necesarios para que ese ejército se movilice? ¿ cuántos millones de jovenes estan dispuestos a vivir cruzados de brazos , sin trabajo y sin futuro? ¿Qué nivel de automatización tecnológica es el tolerable para ser compatible con el trabajo humano y el derecho a bienestar, salarios y pensiones? Existe un número de estos y de otros asuntos en alguna parte que debe ser alcanzado. ¿Por cuántos?…¿Hemos despertado cada uno la suficiente conciencia personal, ética, espiritual, ecológica y social por la que sumamos? Este es un trabajo imprescindible, y aunque son demasiados aún los que asumen solo alguna de esas partes, solo nos salva asumir la totalidad, porque están íntimamente unidas entre sí. Esta es la elección con todas sus consecuencias. La solidaridad es insuficiente cuando la meta es la unidad.No se trata de apoyar esta o aquella causa;se trata de que todos estamos en la misma causa, que no es otra que una causa de género, no sexual, sio humano. Como decía Bertold Brech: » O todos o ninguno».
¿Cuántos más encarcelados o tal vez asesinados por defender la justicia, la verdad, los derechos humanos, o la paz, y cuántos negros tienen que ser asfixiados o tiroteados aún para que la conciencia colectiva reaccione y tome el mando para proteger al Planeta y a sus habitantes –incluidos los animales- de los explotadores y los asesinos?
Hay un número, ciertamente, en alguna parte del tiempo, que marca el antes y el después de la conciencia colectiva, de la conciencia profunda, a la que le repugna visceralmente, en las entrañas, cuanto se describe aquí como perverso. De seguro que hay un número de los que pueden dar un vuelco a todo. Lo hay para que la gente deje de ser tolerante con los gobiernos que condenan a muerte a sus delincuentes, con los gobiernos que permiten que los emigrantes se ahoguen o mueran de tantos modos como mueren, con los políticos corruptos, con los banqueros y explotadores insaciables, con los fabricantes y exportadores de armas, con los fondos buitre y con tantos otros de su misma cuerda. Hay en algún cómputo del tiempo por llegar un número exacto de personas que no están dispuestas a seguir los juegos sucios donde la banca y los misiles siempre ganan con bendición papal y entre los ronquidos de los que sestean.
Y aunque en nuestro mundo hay tantos tolerantes que da miedo, hay un número del hartazgo esperando para que las malas cosas dejan de ser como fueron hasta el momento debido a que ya exista el número necesario de conciencias maduras capaces de comprender que de no tomar las riendas del carro mundo íbamos directos al abismo: al social, al económico, al ecológico, al espiritual y al político. Y no digamos al cultural y estético. Por eso es bueno trabajar para mejorar en todos estos campos y sin olvidar ninguno.
Siempre decimos: es preciso una masa crítica.
Sí, es precisa esa masa crítica; pero hasta que no exista el número no habrá nada que hacer. Enfadarse, angustiarse, manifestarse, echarse las manos a la cabeza cuando vemos al niño migrante ahogado en una playa, a los aviones israelitas matando a niños palestinos y destruyendo viviendas habitadas, o al ejército colombiano masacrando trabajadores, es justa nuestra reacción en contra, pero ¿cuántas veces tendremos que ser testigos de estas ignominias hasta que los números decidan? ¿Cuántos discursos y calamidades serán necesarios todavía hasta que la famosa masa crítica alcance el Gran Hartazgo? Porque vamos camino de la medianoche: o paramos estos relojes siniestros, o el cero nos engullirá como un agujero negro. Y este es un trabajo que si no comienza por ser individual nunca será colectivo. Lo demás es política y juegos de palabras.
Patrocinio Navarro
2021-05-17