
«Nuestra Natacha», acontecimiento teatral en Málaga durante los meses de guerra civil -paradigma del teatro popular olvidado-
Por Manuel Almisas Albendis
La comedia de Alejandro Casona, «Nuestra Natacha», estrenada en Barcelona el 13 de noviembre de 1935 y en Madrid el 6 de febrero de 1936, no solo fue objeto de las más elogiosas críticas («Una consagración esplendorosa y sin reservas de un autor que señala una época en nuestro teatro, Heraldo de Madrid»), sino que se erigió en la obra teatral de moda y en la más representada durante los meses del gobierno del Frente Popular.
El 14 de abril de 1936, quinto aniversario de la proclamación Segunda República, «Nuestra Natacha» se representaba en el Teatro Victoria de Madrid por la Compañía Díaz-Collado con tres funciones por día, y seguían los llenos continuados después de 141 representaciones. Con las 303 representaciones que finalmente alcanzaría en dicho teatro, batió todos los récords de la temporada, y su popularidad solo fue comparable a la alcanzada por la «Zapatera Prodigiosa» de Federico García Lorca.
El 18 de julio de 1936 se sublevaron los militares golpistas con los generales Franco, Mola y Queipo de Llano, entre otros, a la cabeza y la vida de la Segunda República española dio un vuelco sangriento y heroico a la vez. Ese noche en Madrid se siguió representando «Nuestra Natacha» en el Teatro Pavón, ahora por la Compañía de M.ª Fernanda Ladrón de Guevara y lo siguió haciendo durante los combates y bajo el fuego de la aviación fascista y del grito de «¡No pasarán!» en las semanas más duras de noviembre de 1936. Y a miles de kilómetros de allí, en Ciudad de México, la Compañía de la genial Margarita Xirgu ultimaba los ensayos para representar «Nuestra Natacha» en el Teatro Arbeu. Ni la guerra ni los bombardeos pudieron suspender las representaciones en muchas ciudades españolas de esta exquisita pieza teatral hoy olvidada, pero mucho menos en Málaga…
Como en Madrid, en Málaga, «la primera en el peligro de la Libertad», los fascistas no consiguieron su objetivo y la sublevación fue aplastada por el pueblo en armas, viviendo unos meses de vida republicana con una población movilizada en las columnas de milicias de las distintas formaciones sindicales y políticas, que partieron rumbo a Loja, Estepona, Motril, Puente Genil o La Roda, y con una ciudadanía y población civil que, pasado los primeros días trágicos y convulsos, se volcó hacia el mundo de la cultura, el cine y los espectáculos de variedades.
En este contexto, los alumnos y alumnas malagueñas de la Federación Universitaria Escolar (FUE) decidieron estrenar en Málaga en aquellos primeros días del otoño del 36 la comedia de Alejandro Casona «Nuestra Natacha». El 10 de agosto de 1936, como muestra del interés del público por la obra, aparecía la noticia en el periódico El Popular de Málaga que «”Nuestra Natacha”, la obra del pueblo, dirigida por Benito Perojo, sigue rodándose sin interrupción en Aranjuez», y se afirmaba que era «la obra que mejor refleja las ansias del verdadero pueblo». Los actores y actrices que se veían en las escenas de exteriores por Aranjuez fueron primeras figuras del celuloide como Rafael Rivelles, Ana M.ª Custodio o Pastora Peña. Lo que ocurrió con esta película daría para otra artículo…
El 27 de septiembre se escribía en El Popular que «otro aspecto de las actividades de la FUE, en su deseo de ayudar a mitigar los dolores de la guerra, es la preparación y ensayo de la gran obra de Casona “Nuestra Natacha”. El solo anuncio de esta obra cumbre ha despertado un entusiasmo inusitado, habiendo ya llegado a las oficinas de la FUE varias cartas pidiendo detalles de este acontecimiento teatral…».
Y así fue, pues a mediados de octubre se anunciaba de forma destacada en el periódico que el sábado 17 y domingo 18 de octubre se estrenaría en Málaga «Nuestra Natacha» y que las dos funciones serían íntegramente a beneficio de los Hospitales de Sangre. Además, en ambas intervinieron el prolífico orador malagueño y dirigente anarquista y de las Juventudes Libertarias de Málaga Juan Santana Calero, que «disertará sobre el contenido social de NUESTRA NATACHA» y Agustín Alarcón («el gran recitador malagueño») que declamó poemas de García Lorca, en homenaje a su memoria.
El 21 de octubre, en la contraportada del periódico, Juan Rejano Porras (escritor y periodista de Puente Genil afincado en Málaga desde 1927) escribía una extensa columna titulada «EL TEATRO. Reposición de “Nuestra Natacha” por los estudiantes de la F.U.E.». Y manifestaba que la reposición de la obra de Casona en el Teatro Cervantes merecía «que detengamos un poco nuestras preocupaciones en estos excepcionales días, tras 3 meses de angustiada lucha». Rejano se nos presenta como el autor que ya hizo la crítica de la obra en su estreno en Málaga y que le valió por cierto una emocionada carta del propio Casona, por lo que se deduce ese estreno en la primavera del 36. No he confirmado ese dato, pero es un hecho que en Sevilla se estrenó el 28 de abril de 1936 por la Compañía de Irene López Heredia y Mariano Asquerino, y que a finales de mayo la obra se representaba durante la Feria de Córdoba. Es posible que en esas fechas se pudiera haber estrenado en Málaga por la misma compañía Heredia-Asquerino de gira por las capitales andaluzas…
Rejano piensa que la obra «no es para aficionados», pues tiene una densidad de valores y unas calidades formales que requieren una interpretación con sumo cuidado. Y a pesar de ello reconoce que los estudiantes de la FUE han conseguido la interpretación que la obra merece. Quizás porque «en lo más hondo de su alma de estudiantes, las bellísimas palabras de Casona han hallado un eco perfecto». Según el crítico, el éxito de público fue enorme, interrumpiendo la obra con aplausos en varias ocasiones e «hicieron alzarse el telón muchas veces».
Un día antes, el 20 de octubre, aparecía en la portada del otro diario republicano malagueño Vida Nueva (Málaga) una extensa noticia titulada: «”Nuestra Natacha”, la gran obra dramática del teatro moderno, punto de partida de un constante y fructífero laborar», y con este antetítulo: «El Teatro estudiantil de la F.U.E. comienza sus Fiestas del Arte de la mano de Casona y a beneficios de los Hospitales de Sangre». La noticia estaba ilustrada con una foto del elenco de actrices y actores que participaron, y además se publicaba una descripción de la semejanza de la fábula de «Atta Troll» que aparece en la obra con la realidad de la sublevación fascista y la guerra que estaba librando el bando republicano, junto a otra foto del transcurso de la obra cuando se estaba representando, precisamente, dicha fábula.
La crónica destacaba estas palabras de Santana Calero: «¡Estamos asistiendo a la demolición de la rutina y de la seudo-disciplina en la educación!». Y el final de la crítica sobre «Nuestra Natacha» era: «Así deben ser las auténticas obras del pueblo. ¡Este es el legítimo Arte de masa: sencillo, fluente, sin retorcimientos literarios con pretensiones de minoría…!».
Y el último de los diarios malagueños de esta época convulsa, Julio, de la Federación Gráfica, afín a la ideología comunista, también dedicaba una poética columna titulada «F.U.E. NUESTRA NATACHA» y en la que se podía leer:
«La Federación Universitaria Escolar ha levantado su barraca ante la inquietud del pueblo…Los estudiantes de hogaño han vibrado de indignación ante el martirio de Federico [García Lorca] y en su tablado han levantado la emoción de su doloroso sentir…Y como homenaje fue “Nuestra Natacha” la que tomó cuerpo de extraordinaria reciedumbre…Era Alejandro, el de la Casona, quien únicamente podía llorar con palabras la desaparición de Federico, el hermano de todos. Natalia Valdés -Nuestra Natacha- la única mujer española de la farsa que no huele a canela y clavo ni pasa por El Puerto caminito de Jerez, hablaba estos dos días de otra manera…era la estudiante española, libre y redenta…He aquí el verdadero espíritu de la farsa: toda una labor en pie. La FUE…los estudiantes que por encima de todas las amarguras no se abatieron ante los peligros, llorando palabras por el gitano verde».
Un mes después, el fin de semana del 28 y 29 de noviembre el grupo de teatro de la FUE volvió a representar la obra a beneficio del Orfanato «Casa del Niño» y su enfermería, organizado por el Sindicato Único de Profesiones Liberales de la CNT.
El 6 de diciembre, ante la cancelación de una función en el Teatro Cervantes, se recurrió al grupo de la FUE y se volvieron a representar las «maravillosas escenas» de «Nuestra Natacha», «tejidas por la pluma revolucionaria del escritor del pueblo, Alejandro Casona». Además, el grupo representó la consigna revolucionaria de Ramón J. Sender «El que no se mete en nada», siendo la primera vez que se ponía en escena este nuevo estilo de teatro de combate, y como tal merecía una noticia en el periódico del 6 de diciembre.
Y la última vez que el pueblo malagueño pudo ver representada la universal obra de Casona fue el sábado 2 de enero de 1937 también en el Teatro Cervantes. Allí, dentro del festival de teatro universitario de la FUE, se «reprisó» «Nuestra Natacha», junto a la consigna revolucionaria «Silencio» y el drama de Ramón J. Sender «El Secreto». Un mes después las tropas de los generales sublevados, apoyados por decenas miles de nazis de Hitler y fascistas de Musolini entraban en Málaga, provocando la «desbandá», el mayor éxodo y genocidio de la mal llamada guerra civil…
El argumento de la obra daba pie a toda esta sinergia y comunidad de espíritu, que hemos visto, entre el autor y su público, especialmente los jóvenes antifascistas que se veían perfectamente identificados con sus protagonistas. Se puede afirmar que Alejandro Casona fue el autor teatral preferido por Málaga la Roja entre los meses de agosto de 1936 y febrero de 1937.
Porque la protagonista, Natacha o Natalia Valdés, en palabras del propio Casona pronunciadas en el banquete homenaje celebrado el 26 de marzo de 1936 con motivo del éxito alcanzado por la obra, personificaba, «a la mujer nueva, redimida y redentora, que en la primera mitad del siglo XX lucha por su incorporación a la universidad y a la vida pública». Y añadía: «Natalia Valdés se ha educado en el dolor y quiere conquistar la alegría para los que hoy empiezan la vida… Se ha mustiado en la ociosidad física de un aprendizaje intelectualista, quieto y libresco y aspira a una educación biológica, nervada de actividades útiles y florecida de emociones bellas. Ha salido de la Universidad con el alma madura y los brazos abiertos ante un mundo dolorido. Y no se ha colgado su cultura al cuello como una joya inútil, sino que viene a manejarla con sus brazos jóvenes como se maneja una azada: en ese hermoso milagro de convertir en flores el estiércol».
Natacha representaba a la primera mujer doctora en pedagogía en España, al igual que la madre de Alejandro Casona, Faustina Álvarez, había sido la primera mujer inspectora de Primera Enseñanza de España en 1916. Y aceptó en la obra el reto de convertir el «Reformatorio de las Damas Azules» en un sitio de alegría y de aprendizaje solidario, colectivo y con significado. Una nueva pedagogía se abría paso y triunfaba. La pedagogía por el trabajo y teniendo en cuenta los intereses del alumnado es la que resplandece en esta comedia poética que proporcionaba tantos argumentos para combatir al fascismo.
En 1938, ya en el exilio, en un texto de gratitud a unos estudiantes de Puerto Rico que habían representado Nuestra Natacha, Casona les revelaba el modelo inmediato de Lalo, estudiante de Agricultura y actor principal junto a Natacha, y de la protagonista Natalia Valdés:
«Ni el nombre lo inventé yo. Y entre ellos, el más disparatadamente optimista, el más trabajador y el más útil, Carlos Ribera Merino; nuestro Lalo. Os lo juro estudiantes; yo no he mentido nada; sólo he imaginado una traza de comedia donde encerrar unas vidas verdaderas. […] Lalo ha muerto hace tres meses en el Frente de Madrid (una sola bala en el corazón. No me extraña; a donde quiera que hubieran apuntado en él, le habrían dado en el corazón). Y Natacha dirige una guardería de huérfanos de milicianos en Valencia…» (ver Nota).
Efectivamente, es en ese momento cuando Casona revela que para la obra se había inspirado en una joven estudiante del Teatro del Pueblo, Natalia Utray Sardá, a la que llamaban familiarmente Natacha, y que tuvo el placer de dirigirla. Natalia (1916-1994) era hija de Natalio Utray, inspector de Primera Enseñanza como Alejandro Casona, y de Mercedes Sardá, profesora de la Escuela Superior de Magisterio. Natalia se licenció en Historia y, durante la guerra, trabajó en el cuerpo de enfermeras del ejército republicano. Seguro que se sentiría orgullosa del personaje que ella inspiró y de la que se sintió protagonista en muchas veladas rurales en las Misiones Pedagógicas y en los Coros y Teatro del Pueblo, ¡gran e irrepetible experiencia cultural republicana!
«Nuestra Natacha», un teatro que hay que recuperar. Nuestra juventud se merece disfrutar de obras auténticas como esta. Una comedia de una gran poesía y sensibilidad donde lo mismo te ríes que lloras en medio de una gran emoción. ¡Ojalá la veamos pronto en los pueblos de Andalucía!
(Nota: extraído de la tesis doctoral de Juan Ramón Torregrosa Torregrosa. «Génesis, sentido, recepción y adaptaciones cinematográficas de Nuestra Natacha», de Alejandro Casona. Granada, 2015. Disponible en: https://hera.ugr.es/tesisugr/25937613.pdf).