Nuevos torquemadas

Cuando se desprecia la heterodoxia

Pareciera que los grandes avances tecnológicos en materia de comunicación debieran facilitar el acceso a la cultura crítica y mayores posibilidades de libertad  a la heterodoxia para que esta pueda  cumplir  su papel de transformación de las conciencias, ya que los heterodoxos ven más allá de lo establecido como verdades indiscutibles para el común de las gentes y actúan como elementos renovadores del pensamiento y la conciencia. Por ello, y gracias a ellos, se han ido produciendo los grandes cambios en la filosofía, la física, la biología, las medicina y cualquier otra parcela de investigación  de la mente o del espíritu.  Por desgracia, los visionarios  se suelen convertir en víctimas de su propio saber en cada  época, y sus vidas personales vividas como verdaderas tragedias  en muchos sentidos.

Cárceles, persecuciones, destierro, difamación, exclusión o condena social -cuando no  las condenas a muerte- fueron el tributo de muchos  por descubrir molestas verdades rechazadas en un primer momento, encomiadas luego, y sus autores  al fin  laureados, reconocidos y aclamados. Y hoy, en las mismas plazas públicas donde fueron quemados antaño los herejes y los rebeldes de toda condición contra las perversidades y el oscurantismo se levantan estatuas con sus nombres. Todo esto dice poco sobre el proceder de seres inteligentes y sensibles que se supone de los humanos.

Manos negras que  blanden micros 

Debiera suceder, visto lo visto, que esta lección estuviera aprendida, pero uno se encuentra con la sorpresa de que no es así. Silenciosas y anónimas  manos negras, junto a otras bien locuaces y visibles que blanquean los noticiarios y diarios de todo el Planeta, como se hace con el dinero negro, intervienen para que dejen de tener presencia entre nosotros, pareciera que con calculada precisión,  ideas y nombres de gentes que pudieran molestar al Plan Mundial de Control Mental Colectivo. De este Plan pocos podían  dudar ya, pero  menos aún  después del tratamiento mediático y político que está teniendo en todas partes la pandemia del coronavirus, de tan dudoso origen.

Totalitarios y aprendices

China es un buen triste ejemplo. Este país, con su control calcado- y mejorado- del Gran Hermano de Orwell, se adelantó en superar la crisis sanitaria, pero tiene un  lado oscuro: su centralismo autoritario y controlador  hasta el extremo que anula al individuo, le arrebata su privacidad y lo convierte en siervo explotado y dócil sin criterio propio, pues el criterio lo pone el Gobierno y lo impone sin miramiento alguno. De sobras es conocida la persecución sin compasión alguna a  personas, escritores o artistas  contrarios a la forma de ver el mundo de los dirigentes chinos. La cárcel, el exilio, la marginación, es el precio que se paga allí por pensar diferente. Hitler, Franco o Stalin estarían encantados de gobernar allí si pudieran.

Al fin y al cabo, ¿a quién sorprende que  China sea un estado totalitario que se disfraza de comunista para embaucar a sus gentes crédulas lo mismo que los países occidentales se disfrazan de democráticos por las mismas razones? Allí es el partido Comunista (ejem), el que dicta las leyes,  mientras aquí manadas de lobbies del mundo financiero, del mundo de las corporaciones, o  del mundo de las religiones controlan a los gobiernos. Y los gobiernos dictan las leyes que les convienen a todos,  pero en ningún caso, a los pueblos. No hay más que ver lo que viene ocurriendo simplemente en todo lo que llevamos de siglo.

Aquí también pero en menor medida

Todos esos  grupos extremadamente conservadores y enemigos de la ética y la conciencia social más elementales,  pero no del clero ni de los  partidos nostálgicos del fascismo, son mundos cerrados regidos por rígidas pirámides de poder. Lo malo es que  sus acciones y las leyes que se derivan de su influencia empobrecen a los pueblos en cualquier sentido y les menguan sus libertades. Aquí también. Como en China, pero en do menor.

 Junto a Parlamentos dóciles a ellos, los controladores del mundo de las finanzas,las corporaciones o las religiones tienen  a su servicio el  ejército de creadores de opinión y de noticias falsas cuya misión es desacreditar, silenciar o tergiversar los mensajes alternativos que pudieran molestar u obstaculizar el proceso de confinamiento mental colectivo – en forma de pensamiento único – que pretenden los  dirigentes mundiales, del Este y del Oeste. Desde este punto de vista, China es  hoy el ejemplo perfecto de lo que puede ocurrir en el resto del mundo, que ya va por ese camino. Y si no fíjense en el aumento de seguidores que el neofascismo tiene en Europa: Alemania, Francia, Holanda, Austria, Polonia, Hungría, o España. Lo mismo podríamos decir de Brasil o de Chile. Tal vez quede  algún país sin mencionar, pero valga la muestra. Y si añadimos a Estados Unidos a China, o a Rusia, nos encontramos frente a frente con la  enorme y sangrante distopía en que se ha convertido nuestro mundo. Y todo por no haber hecho caso ni a los verdaderos cristianos, ni a los verdaderos demócratas, ni a los verdaderos socialistas, ni a los pensadores críticos con  las distopías. La indiferencia ante sus mensajes  es peligrosa para la humanidad. No hay más que ver un telediario para saber las consecuencias.

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