Pandemia y desmovilización de las conciencias

Crisis mundial sin paliativos

Corrompido por  el Occidente cristiano y democrático dirigido en verdad por los enemigos de Cristo y los enemigos de la democracia, el mundo entero se halla  enfermando, desconcertado, empobrecido y desmoralizado a todos los niveles, impidiendo a los habitantes de eso  que llaman mercado global reaccionar contra los males que tenemos que soportar y evolucionar desde su propia libertad y sus propias raíces culturales, creándose de continuo  nuevas divisiones entre las gentes sin acabar con las antiguas, y olvidando que desarrollo = contaminación es un modelo agotado;  que progreso= bienestar es una falacia y que los recursos de la Tierra se agotan mientras esta se agita a causa de nuestros venenos mientras se propagan  virus y enfermedades de todo tipo que traspasan todas las fronteras.

El modelo económico basado en la estúpida idea de pretender con   recursos limitados un desarrollo ilimitado no tiene porvenir alguno y ha llegado a su techo, pero los pueblos en su conjunto carecen ahora mismo de las ideas, la conciencia ética y de unidad, así como  de la voluntad de poder necesarias para detener el proceso de deterioro irreversible en que nos hallamos.

Aunque todo esto, aunque sea como reacción pendular, nos conducirá a cambios profundos pasados los dolores y calamidades que tengamos que sufrir, el árbol Humanidad no da frutos maduros todavía.  Esto pinta mal de momento, no nos engañemos.

La Tierra, envenenada y empobrecida, no puede dar más de sí, porque este tipo de pretendido  progreso basado en el materialismo, la sobre-explotación de personas y recursos, bajo la tiranía de los ricos en todas sus versiones de dominación, es incompatible con  la vida.  A este desastre sólo nos oponemos  aún minorías dispersas y desunidas a la hora de formar un frente común que apague el incendio universal producido por  la barbarie capitalista Y el capitalismo, sin tener frente a sí  fuerzas organizadas, unidas y persistentes, sigue arrasando bosques, recursos energéticos, países enteros  y conquistas sociales. Arruina  la economía de los pueblos y  contribuye a la ruina de la salud mundial, como experimentamos dramáticamente en nuestros días.

Como cuerpo, alma y espíritu están unidos entre sí,  en la misma proporción que  las  leyes divinas de amor a Dios y al prójimo son  violadas, se debilitan los vínculos entre esos nuestros componentes y eso afecta al sistema inmunológico personal, y finalmente  a toda la humanidad.

Llevan la delantera en el  desprecio a Dios y al género humano los  poderosos, puntales enemigos de la vida contra los pueblos dominados y extorsionados por ellos  a lo largo de toda la historia conocida.  Sin embargo,  los propios pueblos no han reaccionado a causa del atraso de su propia conciencia espiritual y social, o por  su ignorancia, a menudo buscada y programada desde os poderes mundiales. Todo ello  no impide que   el conjunto de la humanidad- da igual a qué clase social pertenezca-  se haya  ido cargando de un karma colectivo- variable en cada persona en función de su grado de complicidad con las fuerzas contrarias al amor  – que da como  resultado los daños  a la naturaleza, de unos a otros y la rebeldía de la  mayoría contra las leyes cósmicas divinas.

 El  karma es cosecha de siembras que venimos haciendo como humanidad  milenio a milenio, y hoy, ante esta pandemia mundial, lo estamos experimentando. Pero todo eso puede ser revertido y es tarea personal el iniciar ese camino. Nadie puede andar ni  pensar o ser por nosotros.  Nadie es dueño de nuestro destino.

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