El presente según Jacques Rancière

Por Iñaki Urdanibia

« Quizá se está hoy en esta situación ambigua: por un lado, la palabra de gentes como yo está privada de la resistencia que le ofrecería un modo de articulación a la antigua del tipo teoría / práctica. Por el otro, mantiene lo que puede tener de potencia en el mismo hecho de mantenerse fuera de toda articulación predeterminada con un tipo de acción, una forma de organización, un canal de difusión, etc., de dirigirse únicamente a un conjunto “libre” de lectores o auditores »

Jacques Rancière no es apto para quienes lo tienen todo claro , ni para quienes se atienen a acartonados catecismos ( ¿ hay alguno que no esté acartonado?) aunque se proclamen laicos, tampoco para gentes agotadas – la verdad el que escribe un poco cansado sí que está- ; decía don Antonio Machado: «Oscuro, para que todos atiendan; / claro como el agua, claro, / para que nadie comprenda»), y el pensamiento de Rancière huye de las simplificaciones para introducirse por los pagos de la complejidad. El librito que acaba de publicarse, y digo “librito” ya que tanto su tamaña como su escasa paginación – setenta páginas raspadas- , cumple a rajatabla con lo que he dicho en las líneas anteriores. En « En quel tempos vivons-nous?. Conversation avec Eric Hazan » ( La fabrique, 2017) no se imparten lecciones, ni consignas, vamos que el libro no puede, ni debe, ser considerado como una guía para la acción sino unas reflexiones que visitan algunos de los aspectos esenciales de nuestras sociedades actuales, y lo hacen hilando distintos puntos con el fin de comprender de manera cabal nuestro presente; sus puntos de anclaje , por los que deriva llevándonos de unos a otros, son pueblo, democracia, representación, revolución estética o política e insurrecciones y ocupaciones de hoy.

La forma conversación del libro facilita la lectura de las opiniones del filósofo, espectador emancipado de la época, en el intercambio animado – en el que no faltan los crujidos y desacuerdos- que mantiene con Eric Hazan; intercambio desarrollado entre agosto de 2016 y febrero de este año ( no está de más indicar el gusto que el filósofo mantiene con respecto a las entrevistas…en la presente ocasión tras hacerse de rogar – según se señala en el libro- aceptó el reto siempre que Hazan hiciese preguntas). Lejos de cualquier forma de sermoneo, al tiempo que plenamente implicado ; la postura del filósofo Rancière, nada tiene que ver con la figura del filósofo-rey que todo lo sabe y que está llamado a guiar y liberar como buen patricio a la ignorante plebe. Desde que el filósofo abandonase la magistral sombra de Louis Althusser, sus posicionamientos se han movido por el lado del pueblo, y de la igualdad – no formal – que se da, o se ha de dar, entre los diferentes sectores sociales de la ciudadanía; la división platónica en clases , con diferentes responsabilidades en la polis, consagra la desigualdad y las diferencias de valor de la palabra dependiendo de quién es el emisor, cuestión contra la que se posiciona abiertamente Rancière, criticando a los actuales herederos del autor de La República..

Si el otro decía que de lo que se trataba es de cambiar el mundo y no de interpretarlo como tarea propia de los filósofos, Jacques Rancière se separa de tal consigna, y muestra la pertinencia de poner ciertas dosis de luz sobre la oscuridad que atenaza a la sociedad, y más en concreto a la desbrujulada izquierda, incluidos aquellos sectores de ella que tienen un recetario con soluciones para todo, apoyándose para ello en diferentes dogmas anquilosados por el abuso y el abuso…el supuesto valor liberador de las incendiarias palabras que al final se reducen a eso, a palabras que no hacen más que repetirse como un sagrado mantra que promete la emancipación si no para mañana para pasado…optimismo unido a unas consignas proféticas que a nada conducen sino a la repetición de la repetición y al pensamiento cerrado y circular. Como digo, y reitero, las ideas y reflexiones del autor de La haine de la démocratie, no son un recetario de consejos y consignas de lo que se ha de hacer, sino una tarea tenaz por mostrar su compromiso probo con los tiempos que le, y nos, toca padecer; el modelo adoptado es el aprendido de algunos maestros-ignorantes( herencia de Joseph Jacotot) que es a quienes se mantiene fiel.

Podría hablarse de su empresa como una labor de deconstrucción – tomando el concepto con hilos- que parte de un trabajo de reconsideración, no diré partiendo del imposible cero, de muchos de los términos y conceptos que con el paso del tiempo y del uso impuesto en vez de aclarar entorpecen cualquier comprensión cabal del funcionamiento del tejido social; esa labor de desbrozado del camino es fundamental ya que si uno se atiene al uso consagrado no haremos avanzar de ninguna de las maneras el debate ni la comprensión, condiciones necesarias para al menos saber en qué sociedad vivimos lejos de los cantos de sirena del karaoke dominante, o de las alegres palabras huecas. De este modo, con un tono general de pudor, se zambulle en las ideas recibidas que trazan el signo de igualdad entre representación y democracia como si tal supuesta identidad fuese garantía suficiente para hablar de auténtica democracia; precisamente la actual – como ya dejase aclarado en anteriores obras y que ahora reafirma- escapa de cualquier criterio auténtico de igualdad, ya que los acérrimos defensores de la denominada democracia no hacen sino defender una postura elitista y selectiva con respecto a quienes merecen el verdadero título de ciudadanos, luego están los marginados ya que no se pliegan al modelo y a los cánones establecidos; para él, en cambio, la auténtica democracia sería aquélla en la que los no calificados serían los llamados a tomar decisiones y detentasen la decisión y el poder , ya que la endiosada representación no hace otra cosa que, expandiendo un modo único de ver el juego político, domesticar a los ciudadanos para seguir las ordenadas filas ordenadas por los profesionales de la política ( en su vocabulario de la policía, como instancia ordenadora).

Este empeño de desmontar las ideas pretendidamente seguras y firmes no conducen – en el caso de Rancière- a forma alguna de desánimo y conformismo, sino a la adecuación de la mirada con la realidad observada; él sigue manteniendo la bandera de la permanente posibilidad de cambiar las cosas, jugando un papel esencial en este camino hacia la emancipación que no solo ha de pensarse a niveles de totalización sino que se pueden, deben, mostrar en diferentes esferas del quehacer ciudadano, como la estética y la intelectual. No es exagerado afirmar que es precisamente esta postura que reivindica la igualdad, lejos de quien imparte lecciones , éticas y políticas, a troche y moche la que puede explicar la presencia de las ideas de Rancière en el seno de jóvenes que siguen sus obras desde los tiempos de la ruptura epistemológica con su maestro Althusser y sus posteriores búsquedas en los archivos proletarios y populares, de cuya fiabilidad fue desprendiéndose más tarde.

Vivimos en el capitalismo , más allá de la concepción de un poder, sumergidos en sus normas y valores, estamos como atrapados pos su pegajosa tela de araña que teje en nuestras mentes y nuestros cuerpos sus hilos. Del mismo modo que la visión del poder como un sujeto situado arriba ha quedado arrinconada – no para todo el mundo, claro- por los análisis más pertinentes de nivel micro y transversal, el capitalismo no lo tenemos enfrente sino que estamos dentro de él, y sus influencia nos empapa condicionando nuestros comportamientos , actos y decisiones…de ahí que cobren –según su visión- destacada importancia las formas de comunidad que se establecen en la lucha, o tal vez mejor en las luchas, que conforman nuevas formas de subjetividad ( ciertos aires de familia pueden advertirse – al menos a servidor así le parece- con algunas posturas señaladas por Negri&Hardt o algunas teorizaciones cercanas al biopoder). Estas formas de organización combativa, plasmada en cooperativas y otras formas alternativas de existencia, vienen a suponer armas que cortocircuitan la libre y acelerada circulación de las desplegadas redes del capital.

Esta creación de otras formas de comunidad y vida suponen una nueva mirada a la hora de observar el mundo que nos rodea, ajena a la mirada dominante, extendiendo tal posición a los diferentes campos ( estéticos, sociales y políticos); defiende esta pluralidad frente a quienes consideran esta diseminación como típicamente “pequeño-burguesa”., descalificando a quienes despliegan sus pensamientos por estas posiciones no canónicas con respecto al canon dominante supuestamente “científico”..

No faltan el señalamiento de los desacuerdos con quienes defienden una supuesta decadencia del modelo actual, y en algunos casos su inminente caída, o la falta de credibilidad en el modelo implantado actualmente, dentro de tal conjunto a pesar de sus distantes diferencias – incluye a los Badiou, Zizek o al Comité invisible, que en sus teorizaciones acerca del agotamiento del modelo rozan los postulados heideggerianos, en sorprendente coincidencia con los Sloterdijk o los Finkielkraut ( p- 38), compartiendo una « descripción básica del nihilismo del mundo contemporáneo…y a los encadenamientos democráticos del narcisismo mercantil»; « esta visión heideggeriana de un mundo decadente, llamando a un giro radical, que ha tomado el lugar de la visión marxista de una revolución liberando las potencialidades ya formadas por la marcha del mundo hacia delante » . El desencanto con respecto al modo de funcionamiento del sistema político no es tan claro como algunos lo pintan , confundiendo deseos con realidades: « que un sistema produzca un efecto de desaliento no quiere decir que todo el mundo esté desanimado», si cada vez que un partido incumple sus promesas electorales se ve en ello el signo del agotamiento del modelo hace tiempo que este sistema de representación habría desaparecido.

No faltan los análisis de los movimientos de ocupación de plazas que en sus asambleas y fraternidad en acto señalan en la dirección de una comunidad alejada de los valores dominantes, mas que posteriormente han sido domesticados / asimilados por formas organizativas propias del juego partidista parlamentario ( Poemos o Siryza como destacados ejemplos); luchas que crean su propio mundo presente y que no han de dejarse llevar por horizontes futuros, programados , ya que el propio presente de la acción supone ya una brecha en el tinglado social, que anuncia en su presente un futuro. La resignación nada crea sino conformismo, la protesta al contrario origina novedad, que es el humus propicio del que surge la flecha que señala una noción diferente del tiempo histórico.

No faltan tampoco los ajustes de cuentas con quienes usan desproporcionadamente el término insurrección –ante las preguntas del editor del texto del Comité invisible: L´insurrection qui vient – al considerar que en la situación actual tal reivindicación no tiene pertinencia alguna. El único asomo de espíritu insurreccional en las actuales movimientos de ocupación de plazas se da en los lazos de relación que se establecen entre quienes participan sin responder a consignas difundidas desde fuera del movimiento, lo que hace que se dé un nivel de igualdad en tales movilizaciones.

Las ideas abiertas, para el debate, de Jacques Rancière se comportan como en el juego de la oca, enviando unos conceptos a otros, más un juego inacabado y abierto que facilita las idas y venidas de cara a las deliberaciones en torno al presente y un posible futuro de emancipación. Reitero, reflexiones que se mantienen alejadas de los pensamientos cerrados, dogmáticos, obedientes, etc.; « la palabra que mantiene hoy abierta la posibilidad de otro mundo es aquella que cesa de mentir sobre la legitimidad y su eficacia, aquella que asume su status de sencilla palabra, oasis al lado de otros oasis o isla separada de otras islas. Entre unas y otras hay siempre la posibilidad del trazado de caminos. Y es al menos la apuesta propia al pensamiento de la emancipación intelectual. Es la creencia que me autoriza a decir algo sobre el presente ».

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