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No es lo mismo pensamiento libre que libre expresión del pensamiento. Un pensamiento libre es un pensamiento no condicionado; por tanto es una conquista personal, mientras la libertad de expresión, que es una conquista social, puede servir – paradójicamente- para expresar un pensamiento de otros; un pensar condicionado, como está sucediendo desde el año pasado hasta hoy en todos los países con el tema del Covid.
Aunque mucha gente cree que su pensar es libre, y que sus pensamientos le pertenece tanto como su cerebro o sus ojos, la pandemia (¿?) en que todavía estamos enfrascados arroja serias dudas. Cuando una inmensa parte de la humanidad- y precisamente la más informada por los “ media”- admite que debe confinarse, evitarse en la calle, guardarse las distancias y no relacionarse de otro modo que el que le indica el gobierno correspondiente, usar mascarilla, firmar el consentimiento para dejarse inocular supuestas vacunas que hasta pueden matar, o consentir no despedirse de sus viejos cuando mueren, es algo nunca visto en toda la historia de la humanidad, tanto por su extensión geográfica y temporal como por su infamia y crueldad.
Lo natural es asunto judicial
De pronto, todos hemos sido inducidos a pensar de un modo opuesto al que veníamos haciendo sobre casi todo lo que concierne a nuestra vida en casi todos sus aspectos. Y sin rechistar. Como si de una sola persona se tratara, el conjunto de los seres humanos piensan a la vez lo mismo sobre las mismas cosas que se les ha indicado que piensen, y sienten rechazo y miedo sobre aquello que deben rechazar y sentir miedo. Lo natural ha dejado de ser aceptable. Ahora darse un abrazo, reunirse con amigos o salir a pasear sin mascarilla y a la hora que uno quiera se ha convertido en un asunto judicial, y ha puesto en evidencia nuestra débil capacidad de respuesta colectiva cuando son vulnerados nuestros sentimientos íntimos, nuestra libertad personal y nuestros derechos sociales.
Ni los nazis o los curas
Esta sumisión colectiva nunca la consiguió tan rotundamente ni el peor de los regímenes autoritarios ni la peor de las inquisiciones religiosas, porque al fin y al cabo sometían como vencedores. Ahora se somete por convencimiento y se consigue que la víctima se convierta en cómplice a su vez y siga propagando el mensaje del inductor. Ahora la mayoría de la gente de todo el Planeta desconfía de todo el mundo y por supuesto de las minorías contrarias a aceptar los argumentos por los que su libertad personal queda bajo toques de queda. Sin dudar acepta, por ejemplo, que existe un virus y que hay que vacunarse. Y aunque el famoso SARS- CoV-2 no sido purificado, ni aislado ni secuenciado en la realidad, -solo en secuencias informáticas- se da en creer en él como en el cuento del traje nuevo del emperador, que iba desnudo y todos admiraban la belleza de su atuendo. Y aun no estando clara su existencia como tal, ha proporcionado la excusa para declarar una pandemia mortífera. ¿Se justifica esto con datos? Con una población mundial de 7.800 millones, el número de positivos que arrojan las pruebas PCR es de 165 millones, lo que representa el 2,11 % de la población mundial. En tanto, el número de muertos asciende a 3 millones 430.000, el 0,04 % de la población mundial. (Fuentes: ONU y OMS).
Lo que dice si alguien está sano o contagiado depende del “veredicto” de las pruebas PCR. Según su creador, el premio Nobel Kary Mullis, estas pruebas carecen de valor diagnóstico contra el Covid. Sin embargo, esto se oculta a la opinión pública, que se ve obligada a exponer sus fosas nasales en infinidad de circunstancias y esperar un resultado que eventualmente puede perjudicarle.
Vacuna: demasiados muertos por un pinchazo
Con la vacuna como gran remedio mundial contra la inexistente pandemia, vistos los datos, los asustados ciudadanos se precipitan a los llamados vacunódromos (fea palabra esta) en busca de salvación. ¿La tiene?.. Según Eudro Vigilance, organismo dependiente de la Agencia Europea del Medicamento, el número de muertos hasta el pasado mayo a consecuencia de las vacunas, solo en Europa asciende nada menos que a 10.570, y el de lesionados a 405.159, ( sin contar otros continentes) lo que resulta tan abrumador como desvergonzado el silencio mediático y la manipulación, empeñada en minimizar los peligros de vacunarse. Y es que no estamos ante una vacuna como tal, sino de diversos fármacos de utilización provisional, no aprobados aún como vacuna, pues se sabe que tal aprobación solo es posible tras un periodo de experimentación de una decena de años como mínimo, por lo que la gente está sirviendo de conejillos de indias. Aún vacunados, pueden contagiarse o contagiar, como reconoce la propia OMS. Pero los que se niegan a inyectarse se convierten en sospechosos para todo el mundo, lo que muestra el poder de los secuestradores de la realidad y del pensamiento colectivo, cuyo último invento es este de disponer de un certificado de vacunado, o de estar sano según PCR para viajar con un llamado pasaporte verde, equivalente a la estrella amarilla de los judíos con los nazis.
La excusa perfecta ( o casi)
Con la excusa covid se han cercenado tantas libertades y derechos y se ha hecho tanto daño físico, mental y emocional a las gentes (y cuanto más pobres, peor en todos los sentidos), que solo el tiempo nos permitirá poder medir su dimensión trágica. Pues esta tremenda polvareda oculta un terremoto económico y social en que los grandes tiburones de las finanzas y las grandes empresas están arruinando a las empresas pequeñas y medianas, al comercio de proximidad y a los trabajadores sin distinción. Ajustes de plantillas como el de la banca – con beneficios al alza y directivos sin vergüenza que se embolsan millones- es un ejemplo llamativo, pero no es único, ni mucho menos. Ahora los empresarios disponen de un margen de maniobra para despedir y ajustar salarios a la baja con un descaro desconocido, mientras la reforma laboral neoliberal que permite estos desmanes y la ley mordaza que pone límites a oponerse de un modo masivo a todo lo que ocurre, siguen vigentes.
Algunos disidentes
En medio de esta vorágine impositiva, autorizadas voces críticas procedentes del campo de la virología, de la medicina o de la investigación científica- hasta investigadores del CISC- en España, como la doctora Albarracin, o asociaciones de médicos como “ Médicos por la Verdad” de la Comisión interministerial de médicos alemanes han sido silenciadas, ninguneadas o desacreditadas, hasta el punto de que You Tube o Facebook han colaborado para evitar cualquier disidencia sobre la versión oficial, censurando o eliminando rápidamente lo que contradice las versiones oficiales. Entre tanto, remedios curativos contra esta enfermedad extraña se prohíben y silencian, como ocurre con el dióxido de cloro, que en Bolivia está integrado en la Seguridad social con excelentes resultados. Al tiempo, muchos médicos, como el doctor Eduardo Insignares-Carrione y su equipo de investigadores – cita de la Revista Discovery D Salud- avalan que el dióxido de cloro es eficaz en el tratamiento del Covid-19 y de otras posibles epidemias. El dióxido de cloro, sin embargo, tiene un problema para las farmacéuticas: es barato y fácil de hacer en casa. Comprenderán por qué se elige a supuestas vacunas. También comprenderán por qué el empeño de usar mascarillas cuando estas nos impiden oxigenar nuestros pulmones mientras inspiramos nuestros propios desechos de Co2 orgánico. Sin duda eso facilita enfermar porque disminuye las defensas junto a las malas noticias diarias sobre los muertos Covid. Y ¿no viven las farmacéuticas de nuestras enfermedades?
Para cualquier persona inteligente capaz de pensar por su cuenta no puede dejar de ser llamativo el que no se escuchen opiniones que no sean las oficiales, cuando sabemos también de muchos escritores, artistas y profesionales de la comunicación como Jose Antonio Campoy, director de Discovery D Salud, que siendo contrarios a tanto cuento chino, carecen de tribuna en los grandes medios para disentir de la verdad oficial.
El pensamiento, secuestrado
Tal completa y compleja monstruosidad, generadora de miedo y enfermedades psicológicas sin cuento, solo puede entenderse si sabemos que produce un enorme beneficio económico a los promotores de las vacunas, a las más altas finanzas y a los gobiernos que desean controlar a sus poblaciones por el miedo a su reacción ante el grave deterioro económico y del tejido social que han provocado entre todos. Y uno de los más importantes de los deterioros es sin duda la enajenación del libre pensar. Se puede decir que la gente ha perdido la capacidad de cuestionar lo que se le dice por tantas bocas a la vez y siempre en la misma dirección, instalándose en una especie de realidad paralela, sobrepuesta, imaginaria y perversa por contraria a la verdad tanto como a la salud. Pasó con los nazis en Alemania, con los fascistas en Italia y en la España de Franco (que aún colea). Y sucedió con el régimen soviético y con tantos otros regímenes autoritarios y asesinos en la historia de la humanidad. La verdad en esos casos deja de ser lo que es para convertirse en una ficción enajenadora en provecho del enajenador.
El Gran Enajenador
Cristina Martín, periodista, y escritora crítica, ha publicado varios libros que sirven para explicar lo que ocurre dentro del contexto que lo hace posible: un sistema económico y político que ha puesto en marcha el “Nuevo Orden Mundial” con la excusa del Covid. De esto tratan sus libros “Los amos del mundo”, “La verdad de la pandemia”, o “Perdidos. Lo planes secretos del Club Bilderberg” o “Los planes del Club Bilderberg para España”
Parece fuera de toda duda que nos encontramos ante un gravísimo asunto que nos amenaza en lo más vital y al que hay que hacer frente desde el pensamiento. Pero hay que estar vigilantes para evitar que en vez de pensar seamos pensados y en vez de disponer de nuestra voluntad estemos siendo teledirigidos por voluntades ajenas y contrarias a nuestros intereses.
Para empezar, no nos creamos lo que nos cuentan, ni siquiera este trabajo. Busquen, experimenten, sean críticos, sean libres.
Agradezco a la Revista DiscoveryD Salud y a su director Antonio Campoy los datos que aporta en su número de Junio y que tan útiles me han sido para elaborar este artículo.
Patrocinio Navarro
10 de Junio 2021