Sociopolítica el metaverso
Por Luis Britto García
Metaopio
A fines del siglo XVIII, los capitalistas europeos derogan la Ley de la Oferta y la Demanda. Quieren venderle mercancías a China, pero las que ésta produce son superiores y más baratas. Los ingleses han devastado la agricultura de la India para imponer el cultivo de la amapola, de la cual se extrae el opio, que causa placeres ilusorios y desastres sociales reales. El Emperador de China prohíbe su importación en 1799; en 1838 su funcionario Lin Zexu confisca y quema 1.280 toneladas del estupefaciente, y escribe a la Reina Victoria: “En China, todas aquellas personas que vendan o fumen opio recibirán la pena de muerte”. Los humanitarios ingleses declaran dos guerras para obligar a cañonazos el consumo del opio. Imponen Infames Tratados por los cuales China queda dividida en Zonas Especiales donde no rigen las leyes, el gobierno ni los tribunales locales y los nacionales se ahogan en irreparable miseria apenas anestesiada por la droga. El metaverso estupefaciente deviene una de las tres industrias más productivas del mundo, con el tráfico de armas y los hidrocarburos.
Metacine
Los hermanos Lumiére desarrollan en 1895 una maravillosa linterna mágica que proyectando fotografías sucesivas reproduce el movimiento. Los espectadores saltan y echan a correr cuando la imagen de una locomotora parece embestirlos desde la pantalla. La toma siguiente muestra trabajadores saliendo de una fábrica. A partir de ese momento, saldrán de ella hacia los cines, por olvidar los mugrientos y extenuantes talleres.
Metaestrellas
Pronto la cámara deja de fotografiar documentos para filmar sueños. El prestidigitador George Meliés ofrece viajes a la luna y a los abismos del océano. Eisenstein revive un pasado de emperadores terribles y acorazados insurrectos. Luis Buñuel y Salvador Dalí presentan alucinaciones. Fritz Lang filma la aterradora mujer mecánica que suplantará a los trabajadores. Toda una maquinaria industrial crea una nueva religión que en vez de dioses adora estrellas. Las masas agobiadas viven en salas oscuras todo lo que la vida les ha negado: amor, aventuras, finales felices. Ilya Ehrenburg la llamará La fábrica de sueños. Ignorando a los seres humanos que le rodean, cada espectador sólo anhela convertirse en otra sombra de la pantalla de plata. Cuando ésta se achica e invade la sala de la casa, su fulgor banal le facilita ignorar a la familia.
Metasoledad
Bancos y latifundios devoran las granjas, las masas desalojadas afluyen a las ciudades, que devienen metrópolis y megalópolis. El tumulto trae soledad en vez de compañía. En las calles las multitudes se eluden, en las salas de cine nadie habla con nadie, en las oficinas nadie se relaciona con los competidores, en los edificios los vecinos no intiman con los vecinos. El hilo de voz del teléfono y el bullicio de la radio son débiles sustitutos del cotilleo aldeano. Según denuncian David Reisman, C. Wright Mills, William H. Whyte y Vance Packard en su libro de 1959 The Lonely Crowd, Estados Unidos es una muchedumbre solitaria.
Metachisme
El avispado Mark Zuckerberg suscita en 2004 un escándalo en la universidad de Harvard, al aplicar un programa de seleccionar inscritos para una página web en la cual las estudiantes son clasificadas por belleza y accesibilidad. Sin saberlo, ha dado en el clavo. Lo que falta a los presuntuosos citadinos es el chismorreo de la aldea; la vitrina donde exhibir su vacío. En la prensa amarilla los millonarios disponen del Metaverso de las crónicas sociales y las solteronas del mundillo de los consultorios sentimentales. Faltaba elevar a evento mediático el anticuado álbum de familia, con sus postales, sus eventos, sus souvenirs. Crear para cada quien la ilusión de ser magnate comunicacional mediante un portal que ostente su narcisista ego, su consumo ostensible, su insignificante nulidad. En 2012, Facebook alcanza el millar de millones de usuarios. Pronto la mitad del género humano participa en redes sociales, en la apasionante tarea de recibir publicidad, entregar datos privados a vendedores y agencias de espionaje, y comunicarse nada. Los charlatanes inventan monedas virtuales para comprar el mundo con divisas que, como el dólar, carecen de respaldo.
Meta-arte
Cada forma artística es un metaverso; cada metaverso pone a su servicio la totalidad de las artes disponibles. Liturgia, teatro, ópera y cine son en su momento artes totales, que compendian arquitectura, literatura, actuación, iluminación, música, vestuario. Cada metaverso propone como protagonistas a quienes la ideología de su época considera figuras centrales: dioses, héroes, políticos, millonarios, ídolos sexuales. En época postmoderna de supuesta defunción de todos los metarrelatos (menos el del mercado), el metaverso entroniza ilusoriamente al único punto de referencia restante: el Yo del espectador, por fin dotado de la ilusoria capacidad de actuar en un universo ficticio. El Yo elige videojuegos, contactos y ambientes virtuales, pero ante todo su imagen o Avatar, por lo regular lo contrario del original: desde selfies y currículos retocados hasta efigies y biografías parejamente alucinatorias. En lugar de invadir el mundo imaginario, el Yo es invadido y subyugado por éste: Objeto y Sujeto mutuamente falsificados se disuelven en cúmulo de mistificaciones.
Metadroga
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