Tecnobarbarie

¿Estamos en los prolegómenos de  un nuevo mac-karthysmo?

Parece que la primera persona que utilizó el término “Tecnobarbarie” para definir a esta civilización dirigida por minorías  sin principios éticos y dotadas con fuertes medios tecnológicos fue Jose Luis Sampedro, y es tan acertada como actual. Porque a consecuencia del poder de esas minorías y sus  instrumentos – veremos hasta cuándo- vivimos  tiempos convulsos,  tiempos de grandes y rápidos cambios hacia otra clase de sociedades que se nos presentan a corto y medio plazo como igualmente convulsas e inciertas. Tecnobarbarie puede ser, pues, un nombre muy  adecuado para definir el origen más evidente de esas convulsiones de  nuestra civilización y su deriva constante hacia  estados policiales, pues tecnología avanzada y estado policial van de la mano en todas partes, tanto en Oriente como en Occidente.

En la Tecnobarbarie  asistimos por un lado  al progreso acelerado de la inteligencia artificial dirigida al control de masas a través de los sistemas de comunicación/manipulación y de control personal (móviles, huella digital, control facial, etc), y por otro lado, y no es el último, ante la robótica aplicada a todo tipo de tareas  que liberan de  tediosos trabajos rutinarios, complicados  o pesados.

Esto último sería  algo positivo si viviéramos en un mundo racional capaz de dar a cada uno su parte en la riqueza colectiva surgida de la liberación del trabajo manual colectivo, pero hoy estamos muy lejos de tal cosa, porque  los trabajadores que expulsan las máquinas pasan a un  infierno social: a mal vivir con sueldos miserables o con trabajos precarios, y a carecer de perspectivas de  una jubilación digna.

Para completar el infierno, la Tecnobarbarie se centra en el aumento del control orwelliano dirigido a la formación de estados policiales.  Esto no solo se explica por la eterna propensión a la tiranía de los ricos, que es cierta y eterna,  sino también porque estos comienzan a tener  tanto miedo como exportan. La causa de ese miedo radica en que la agonía del neoliberalismo y sus consecuencias en  desempleo,  precariedad,  pobreza- incluida la pobreza infantil-  y la ausencia de un futuro  esperanzador para un número creciente de gente  cada vez más enfadada,  puede conducir a fuertes revueltas sociales. Así que  las clases dominantes apuestan por tecnologías que cuenten cada vez menos con la intervención humana e impedir una posible confraternización de las fuerzas armadas con la población en situaciones límites, como ya  sucedió, por ejemplo, en las revoluciones obreras, y ayer mismo en los EEUU, entre policías y manifestantes.

Para intentar evitar que se despierte la conciencia de los uniformados en circunstancias extremas y se revuelvan contra sus mandos, la misma inteligencia artificial que se utiliza para mover el robot- camarero que expulsa a un camarero de verdad, sirve para  “ojo-que-todo-lo-ve” sobre una torre  de control, un dron de tráfico, o el  que bombardea una boda en la aldea siria. De hecho, existen ya robots capaces de actuar como soldados; en vez del programa para ser camareros o saludar a clientes de un negocio, se le proporciona otro y ya está. Así es como la Tecnobarbarie puede instalarse lentamente en el aparato represivo y en el militar. Y lo mismo que es útil para eliminar/ controlar  toda posible privacidad de cualquier ciudadano si gobiernos, policía o jueces lo desean, lo es para contribuir a la carrera armamentista. Aquí los Estados más ricos compiten  por el dominio del Planeta y del espacio exterior inmediato. Con ayuda de la inteligencia artificial, se intenta evitar la presencia humana en sus apuestas en posibles guerras, y ya se fabrican, por ejemplo, drones submarinos que puede llevar cargas nucleares a donde se les programe.

El proceso de  esta invasión bárbara de la vida colectiva  a niveles cotidianos viene acompañado de la necesidad de grandes inversiones- y necesidad de nuevos impuestos a los de siempre- junto  a una portentosa creación de noticias falsas y bulos abundantes promovidos por el feudalismo político-financiero dominante en su intento de conjurar su miedo a los pueblos. Por ello  no cesan de sembrar el desconcierto, la división, la desinformación, el pesimismo sobre qué es verdad, el miedo al otro, o el odio, como viene ocurriendo últimamente tanto en los EEUU como en las fronteras Este y sur de esta ( mal) llamada “Unión Europea”.

Esto todo el mundo lo sabe, así como sabe que el gobierno de los EEUU alberga a un pirómano que no cesa de atizar el fuego del odio, la división y el enfrentamiento para afianzar su poder y seguir haciendo negocios junto a sus compinches. Claro es que – más allá de este  payaso trágico- estamos ante la verdadera cuestión: el propósito  del Sistema de dominación neoliberal a escala planetaria, que, apoyándose en poderosos medios tecnológicos, pugna por  tener a los pueblos bajo sus pies mientras le roba lo que tiene, incluida su esperanza de vida según su nivel de renta. Un nivel cada vez más desnivelado, claro, que preocupa a los señores feudales del mundo por las posibles reacciones colectivas, así que han decidido pasar a una especie de  “guerra social ideológica preventiva” para la que ha puesto en marcha una nueva expresión: “Antifa”. Con este neologismo estúpido  se  pretenden dos cosas: meter en el mismo saco a todo el que rebele contra la Tecnobarbarie neoliberal-fascista y poner una cortina de humo para que no veamos la enorme tragedia humana que suponen en los EEUU sus millones de parados, y sus cientos de miles de muertos por coronavirus. Así que la Casa Blanca busca culpables: la prensa y cualquiera de los movimientos ciudadanos opuestos al capitalismo: los “nuevos malos”.

¿Estamos en los prolegómenos de  un nuevo mac-karthysmo?

Si los pueblos del mundo no se plantan desde la conciencia de este peligro, persona a persona, vamos encaminados a vivir progresivas formas de esclavitud bajo el signo del miedo, la violencia y el control mental y físico con ayuda de la inteligencia artificial;  porque la otra, la natural, hace tiempo que no la conocen. Y no me refiero a los pueblos.

Los pueblos, como siempre, tienen la última palabra. Y cada uno la propia, no la que le digan.

 

(óleo de Hans Bächle)

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