
Con la esperanza de que hayamos aprendido algo después de 90 años y sepamos neutralizar las tormentas que nos vienen de otra época y no deben tener cabida en nuestro tiempo.
Norteamérica es un país peligroso para la paz. Debido a su poderosa industria armamentista, a su poderosa industria financiera y a sus gigantescas necesidades energéticas, se ha convertido desde hace mucho tiempo en una enorme y compleja criatura sedienta al servicio de sus ricos, ese 1 por ciento que controla al 99 restante. Pretende esta nación ser una democracia ejemplar y sus líderes no cesan de criticar la falta de derechos humanos en otros países como China. Sin embargo, eso es puro cinismo. Basta ver cómo para ser presidente hay que ser millonario y cómo sus leyes y su policía tratan a las franjas más desfavorecidas: hispanos y negros en especial, cuyas posibilidades de alcanzar puestos de control más allá de “ soldados rasos” son cero, a no ser que se sea rico, como Obama o Condolezza Rice, de tan triste memoria en ambos casos.
El asesinato en público los pasados días de un ciudadano negro por un policía criminal no ha tenido sanción alguna. Tampoco los responsables la muerte de la mujer negra asesinada dentro de su propia casa por individuos de la policía de paisano que entraron sin orden judicial ( noticia en eldiario.es de hoy mismo)o las amenazas del propio Trump sobre la intervención del ejército para sofocar la airada respuesta de miles de personas exigiendo justicia , nos da una idea de la dimensión de la democracia, del respeto a los derechos humanos, del respeto a las propias leyes, y por supuesto, de la catadura moral de su presidente, tal vez el peor de toda la historia de ese país. El huevo de la Historia eclosionó una vez más, y una vez más era, ay, de serpiente. Por eso Norteamérica, tal como está administrada y concebida estructuralmente no solo es un peligro para la paz mundial, sino para sus propios ciudadanos más pobres, también hoy víctimas preferentes de la pandemia que asola la nación a causa de la escasez de recursos sanitarios públicos al carecer de una sanidad universal suficiente y gratuita, ya que la sanidad es un negocio como cualquier otro, y caiga quien caiga. Lo que pasa es que siempre caen los mismos.
Peligrosas exportaciones
Norteamérica exporta muchas cosas, y algunas hasta es posible que sean buenas, pero hay una muy peligrosa para la salud pública mundial – y no me refiero a la coca cola ni a las hamburguesas ni a los perritos calientes, nada saludable todo eso – sino a la ideología de extrema derecha que emana desde la Casa Blanca y estimula a los políticos derechistas de otros países, entre ellos España. La aparición de ese engendro político que recibe el nombre de Vox ( Voz, sí, pero de la Oscuridad), el Brasil de Bolsonaro o la Italia de Salvini, son ejemplos de la contaminación por la corriente oscura de la Casa Blanca que atraviesa oceános y envenena mentes y conciencias allí donde llega.
Espero y deseo fervientemente que la humanidad- incluida la parte que nos toca a los españoles- sepa encontrar prontamente el remedio contra este veneno en forma de más tolerancia, más bondad, más compasión, más inteligencia y más cultura.
La cabra que tira al monte
Si para Hitler, el problema eran los gitanos, los judíos y los comunistas, aquí vamos camino de lo mismo al menor descuido con los inmigrantes y los políticos y gentes de izquierdas, especialmente si son comunistas. Cada muerto asesinado en fosas comunes en las carreteras y caminos de España nos pide reconocimiento público, recuperación digna de sus huesos y su memoria, justicia para su causa, responsabilidad para sus asesinos y reparación de los daños producidos a los suyos. Eso sería algo positivo para España, no las hordas de Vox y semejantes.
Por favor: demos una oportunidad a la inteligencia y no caigamos en los mismos errores de la segunda mundial o de la segunda República española. Yo creo que con 90 años hemos tenido oportunidad de aprender algo. ¿ O no? ¿ O somos igual de tontos casi un siglo después?