¿De verdad que no os lo esperabais?

No sólo de cobardes e interesados, estamos en manos de ignorantes y locos, y la responsabilidad es nuestra

No debe aceptarse una dicotomía entre salud y economía porque en el sistema capitalista la economía es uno de los principales factores que determinan la salud

Lo que me aterra a estas alturas es la «sorpresa» que muestran los responsables del desastre por las consecuencias de sus decisiones. Ya no me planteo si son políticos, expertos, tertulianos o empresarios de partidos de derecha o «izquierda», sólo me pregunto ¿son adultos? ¿de verdad han estudiado algo? ¿de verdad que no creían que parando todo no íbamos a convertir una crisis sanitaria en una catástrofe económica?

Hace tiempo apunté que no podía pensarse, no debe aceptarse, una dicotomía entre salud y economía como la que gusta al empresario, porque en el sistema capitalista la economía es uno de los principales factores que determinan la salud. Cualquiera podía verlo, no hacía falta ser un «experto» ¿no? Y la respuesta de la mayoría fue la de «irresponsable, refúgiate en casa y no protestes, no es el momento de defender derechos, libertades y subsistencia». Cuando «responsabilidad» es asumir las consecuencias de la propia decisión. Y denunciar las incongruencias.

El 5 de marzo ya dije que «Me imagino que alguien estará reflexionando que, en una sociedad capitalista, el parón económico puede provocar más muertos que la propia enfermedad ¿no?». Pues no. Todos a casa, asustados bajo la cama con la única idea de «que no me toque a mi». Un par de semanas después, yo que no soy un economista ni siquiera subrogado familiarmente, anuncié tres millones de parados en un suspiro. Optimista que es uno. Estamos en 3,83 millones de personas en paro registrado y unos 4 en ERTE. La mayoría cobramos sólo este sábado y muchos ven despuntar los EROs, las colas en los bancos de alimentos dan la vuelta a la manzana, pero las imágenes que indignan son las deportistas o los padres que sacan a sus hijos.

En 2018, el 26,1% de la población en España, y el 29,5% de los niños, se encontraban «en riesgo de pobreza o exclusión social» (vaya eufemismo) según el relator de Naciones Unidas. En un país que era la decimotercera potencia mundial, al menos hasta que decidió que no hacía falta trabajar para vivir (prometen una lejana renta básica cuando no son capaces de pagar el paro a tiempo y todas las ayudas son a devolver –la banca siempre gana, amigos-).

¿Qué no sucederá en África o Latinoamérica? Bueno, de entrada igual (seguro) las comunidades de base no son tan estúpidos como para cargarse de un plumazo sus propios medios de subsistencia porque se lo diga alguien cómodamente instalado en su mansión o en su plató y priorizan el suministro de recursos y la cobertura de las necesidades básicas a los (de verdad) «más vulnerables». Y ahora tenemos a la clase rectora de esta sociedad en un infantil wishful thinking (cuento de la lechera en español llano) y a la clase media desorientada porque ya no sabe qué consigna seguir (pensar por uno mismo jamás). No sólo de cobardes e interesados, estamos en manos de ignorantes y locos, pero también tenemos mucha responsabilidad, con nuestro pensamiento mágico y porque somos nosotros los que hemos dejado la actividad política, la auténtica, en esas manos, mientras que hemos abandonado alegremente la nuestra, la comunitaria, y el horizonte de una participación madura de los ciudadanos en la toma de decisiones, a los partidos. ¿De verdad que no os lo esperabais?

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