Destrozando la dignidad humana
La dignidad es la cualidad del ser humano mediante la cual éste alcanza la plenitud de su ser, explotando el nivel máximo de potencialidad individual cuando la alcanza.
Las relaciones de producción, es decir, las relaciones humano-sociales que experimentamos, que intercambiamos, con otros seres o con máquinas en el ámbito de la producción, de la elaboración de mercancías, de la prestación de servicios, etc., el día a día con el capataz, con el encargado, con el jefe, con el gerente, con la dirección empresarial, etc., son las que marcan nuestra vida, nuestros ritmos, nuestro estado anímico, forman nuestro “yo”.
Este sistema económico capitalista se rige por unas relaciones de producción dadas, y estas relaciones son dadas por este sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción.
No hay mejor forma de destrozar la dignidad de un humano que el estar sometido a estas relaciones. El tener que decir si a todo por incongruente que resulte ese sí; el tener que acatar mandatos sin derecho a réplica o explicación; el tener la sensación diaria de no saber si las cosas que haces las haces bien dependiendo del humor del de arriba; el no poder batirte en igualdad de condiciones para discutir un problema laboral o dar tu opinión de cualquier materia ante el jefe; el sentirse una veleta cambiando constantemente de dirección según soplen los caprichos de la empresa; el aumento constante y rampante de la frustración al no poder replicar; el malgastar el tiempo de la vida de uno, que es limitado, en un tiempo de no vivir; el hacer favores y esperar el agradecimiento que nunca llega; el no tener libre albedrío, por las responsabilidades familiares o sociales adquiridas, que te obligan a esclavizarte; el ser un mero número en la cuenta de resultados empresariales; el ordeno y mando constante; el ser una tuerca más, un botón más, una herramienta-objeto que se utiliza o se deshecha sin más.
Con parches reformistas dulcificaremos la degradación de esa dignidad, pero no será más que un espejismo que dejará latente el problema sin solución. Tengamos claro que mientras existan esas relaciones impuestas por este sistema económico imperante existirá la erosión de la dignidad humana. Reventemos pues el sistema de propiedad del que manan esas relaciones. Construyamos otras nuevas a partir de la propiedad colectiva de la producción y experimentemos la construcción de una verdadera dignidad humana.