El extraño caso de Hildegart

Seguramente fue el “suceso” más extraño de las izquierdas en el periodo de la II República, un hecho que alumbra en varios puntos. Entre ellos el de la maternidad proyectada como prolongación de un proyecto personal, así como del feminismo y del socialismo, marxista o libertario del periodo.

El caso de Hildegart Rodríguez (Madrid-1914-1933), niña prodigio del socialismo y del feminismo español producto «consciente» de su madre Aurora Rodríguez Carballeira (El Ferrol, 1879-Madrid, 1955), que acabó trágicamente con su vida cuando su Pigmalión se le iba de las manos. Aurora era hija de una madre disoluta y de un padre liberal avanzado que encauzó a través de ella sus inquietudes, Aurora fue paras su madre y hermana «Rebeldía» y para su padre «Ilusión». Junto a este vivió intensamente (de lejos) las luchas independentistas de Cuba y Filipinas, admirando fervientemente a sus cabecillas Maceo y Rizal, y se sumergió en su biblioteca plena de autores «malditos», entre ellos Fourier que influyó poderosamente sobre esta singular mujer que adoptó a un hijo no querido de su hermana y lo convirtió en el célebre, Pepíto Arriola, un niño pianista que consiguió fama mundial.

Aurora frustrada por no poder proyectar sus capacidades, cuando había cumplido treinta y tres años planea tener «no una hija, sino una mujer modelo», con un hombre que sería su «colaborador fisiológico», y con el que cumpliría su objetivo: «La revolución que yo pretendo —dice— debía de ser iniciada por una mujer, porque a ella corresponde el papel de la procreación, y se trataba de acabar para siempre con las trampas se la naturaleza y convertir a la mujer de borrega paridera en auténtica creadora de seres sanos y rebeldes. Mi hija tenía que ser la propagandista de estas ideas».

La trayectoria de Hildegart sería meteórica.

A los 13 años ya había terminado con sobresalientes el bachillerato y, mediante un permiso especial, se matriculo en la Facultad de Derecho, concluyendo la carrera de abogado a los 17 años. Cuando tenía 14, el 1 de enero de 1929, ingresó en las JJSS, y en la UGT. En muy poco tiempo Hildegart (nombre que quiere decir «jardín de la sabiduría»), comenzó a ser famosa nacional e internacionalmente. HG. Wells y Havelok Ellis le ofrecieron su ayuda para estudiar en Gran Bretaña. Convertida en una «estrella» a la que tanto partidos como cátedras intentaban atraerse. Hilfdegart rompió con el PSOE y la UGT y escribió un libro, ¿Se equivocó Marx?, en el que explicaba ampliamente los motivos de su ruptura.

Se vio detrás de este gesto a la madre que repudiaba los «politiqueros» de izquierdas y soñaba con un anarquismo bien entendido. Entonces, Hildegart se afilió al pequeño Partido Federal y escribió en la prensa cenetista. Cuando estaba en la cima de su popularidad, y era piedra de escándalo por sus conferencias y militancia en la Liga Mundial de la Reforma Sexual, Aurora la mató de cuatro disparos.

Tras un proceso que la condenó, ofreció la siguiente explicación del luctuoso hecho: «Dentro de las normas espirituales al uso, considero lógica la sentencia. Lo que más celebro de ella es que se me haya reconocido la lucidez, la responsabilidad de mis actos. Yo no soy ni esa mujer perversa y desnaturalizada de la que hablaba el fiscal, ni esa paranoica a la se refirió el defensor. Me considero al modo de Taine, un espíritu superior, no tanto por mi grandeza intrínseca y positiva, como por la pequeñez y ruindad de los seres que me rodean» (Cf. Guillermo Rendueles, Manuscrito encontrado en Cienpozuelos. Análisis de la historia clínica de Aurora Rodríguez, La Piqueta, Madrid, 1989).

El «caso Hildegart» ha provocado una extensa literatura comenzando por el trabajo de investigación de Eduardo Guzmán Mi hija Hildegart (reeditada por La Linterna sorda), que sirvió de base para una muy modesta película del mismo título (1977) bajo la atenta dirección de Fernando F. Gómez, e interpretada por Amparo Soler Leal y Carmen Roldán, magnífica pero luego “desaparecida”. Rodada con un presupuesto irrisorio, el filme tiene su interés por la historia pero quizás especialmente por la presencia de Fernán Gómez detrás de la cámara, esta vez en un drama histórico especialmente complejo.

Tal como resulta serlo el propio autor que cree que el deber de toda persona honrada es ser un revolucionario pero él no se siente capaz de serlo, y que aboga por la aplicación de la anarquía sin estar seguro que está sea posible, ideas que dejó expresada en el capítulo de “Imprescindible” emitido pel pasado domingo en un programa nocturno de TV2.

 

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